III.

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La iglesia estaba en silencio, sumida en una penumbra densa. Jimin avanzaba por los pasillos de piedra, sus pasos resonando en el vacío. A su alrededor, las estatuas de Cristo comenzaban a llorar, gruesas lágrimas de sangre que se deslizaban por sus rostros de mármol. La sangre goteaba al suelo, creando charcos oscuros que se expandían lentamente, como si la vida misma de la iglesia se estuviera desvaneciendo.

Jimin intentó avanzar, pero sus pies parecían pegados al suelo. El piso, antes firme y sagrado, ahora se había convertido en una masa viscosa y negra que lo atrapaba con una fuerza implacable. El joven monaguillo trató de liberarse, pero cada movimiento solo lograba que sus pies se hundieran más en aquella oscuridad líquida.

De repente, un sonido agudo y penetrante cortó el aire. Jimin levantó la vista y vio, a lo lejos, un tornado de sangre que giraba violentamente. Su tamaño aumentaba con cada segundo, y avanzaba hacia él, devorando todo a su paso. La sangre rugía con una furia inhumana, y el cielo, que alguna vez había sido un refugio de paz, ahora se oscurecía bajo su sombra.

Jimin quiso gritar, pero su voz quedó atrapada en su garganta. Fue entonces cuando sintió una presencia detrás de él. Lentamente, giró la cabeza y lo vio: Yoongi, con una mirada escalofriante, sus ojos rojos que lloraban sangre y una sonrisa distorsionada que irradiaba pura maldad.

Yoongi lo observaba con diversión, disfrutando de la agonía de Jimin. Sus dientes afilados brillaban en la oscuridad, y su rostro era una máscara de perversión. La sangre que brotaba de sus ojos parecía tener vida propia, goteando lentamente hasta mezclarse con el piso viscoso.

El tornado de sangre seguía acercándose, y Jimin, desesperado, luchaba por liberarse de aquel piso traicionero. Pero sus pies estaban firmemente atrapados, hundiéndose cada vez más. El rugido del tornado se hacía ensordecedor, y el olor metálico de la sangre llenaba sus pulmones.

Justo cuando la desesperación lo consumía por completo, Jimin despertó de golpe, su cuerpo cubierto de sudor frío. Su respiración era agitada, y el sonido de su corazón palpitando con fuerza llenaba sus oídos. El cuarto estaba oscuro, pero la seguridad de la realidad lo envolvió, alejando las sombras de su pesadilla.

Sin perder un segundo, Jimin se levantó de la cama y cayó de rodillas junto a ella, sus manos temblorosas se juntaron en oración.

Señor, Dios Eterno todopoderoso, Dios nuestro misericordioso y omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, oh Dios, principio y fin de todas las cosas, soberano de los siglos que solo tú eres grande, por la intercesión y con la ayuda de los arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel, nosotros, tus hijos, humildemente te rogamos que nos libres eficazmente de todo mal y adversidad, de todo enemigo y mala persona; revístenos con tu armadura, envíanos tu luz, llénanos de bendiciones y danos tu protección para poder gozar siempre de tu paz.

Hoy pido tu auxilio y socorro, cúbreme con tus brazos altísimos y poderosos, purifica mi mente, corazón, cuerpo, alma y espíritu, y no permitas que nada perjudicial penetre en mí.

Señor Dios Uno y Trino, junto con María, reinen sobre mí y los míos, hoy y por toda la eternidad y no permitas que nada ni nadie pueda causarme mal.

Señor, a ti clamo, creo en Ti, en tu poder y en tu gloria, creo en tu palabra, que es la única que puede alumbrarme; pido perdón por todos mis pecados y faltas, y en el nombre de Jesús y por el poder de su Sangre, te ruego seas magnánimo conmigo. Te pido disipes todo lo que me atormenta y lastima, aleja de mi vida y hogar todas las sombras tenebrosas, sálvame de todo mal que venga contra mí y rompe en pedazos las cadenas que me aprisionan, para que pueda cumplir tu santa voluntad sin impedimentos físicos ni espirituales. Amén.—

Ruega por nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora