Capítulo 7

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Caminamos varias cuadras con nula gentuza, estaba solitario y era de tarde y ningún almacén o tienda estaba abierto, estaba por rendirme por el hecho de no poderle hablar, pero tenía que seguir hasta el final, no era posible que después de haber esperado este instante durante meses dejase escapar la oportunidad.  Después de todo, él seguía caminando con decisión y yo sólo tenía un andar rápidamente mientras que mi espíritu vacilaba tanto que producía una sensación muy tormentosa.  Todo fue  hasta que dimos vuelta a una esquina de una pizzería.

Caminó unos pasos más hasta entrar a un edificio de la compañía H.  Comprendí en ese preciso momento que tenía que decidirme rápidamente y entrar detrás hasta alcanzarlo por un ascensor.

...

Nadie más que él y yo que en un edificio solitario y con ningún ambiente incómodo. Estábamos esperando el ascensor pero, alguien más audaz que yo pronunció desde mi interior esta pregunta increíblemente estúpida:
—¿Este es el edificio de la compañía H?

Un cartel de varios metros de largo, que abarcaba todo el frente del edificio, proclamaba que en efecto era la compañía H.  Sin embargo, él dió la vuelta con sencillez y me respondió afirmativamente que lo era.  (Más tarde reflexionando sobre mi pregunta y con la sencillez en la que me respondió, llegué a la conclusión de que, al fin al cabo, sucede que muchas veces uno no ve carteles demasiado grandes; y que por lo tanto, la pregunta no era tan irremediablemente estúpida como había pensado en los primeros momentos).  Pero enseguida, al mirarme, se sonrojo tan intensamente, que comprendí que me había reconocido, pero ese sonrojar, ya me daba la autorización de hacer mis preguntas libremente.

...

Una variante que jamás había pensado y sin embargo muy lógica, pues mis fotografías habían aparecido muchísimas veces en revistas y diarios.
Me emocione tanto que sólo atiné a otra pregunta desafortunada.

Le dije bruscamente:
—¿Por qué se sonroja?
Se sonrojó aún más e iba responder quizá algo cuando, ya completamente perdió el control.

Agregué atropelladamente:
Usted se sonroja porque me ha reconocido.
En ese instante ya ni yo quería parar.

—Usted creé que esto es una casualidad, más le digo digo que no lo es, nunca hay casualidades.  He pensado en usted varios meses.  Hoy lo encontré por la calle y lo seguí, y quiero hablar sobre usted sobre algo, algo con respecto ante ese recuadro que entre todos los que estaban en el salón de invierno, usted únicamente vió ese recuadro diferente a los demás.  ¿Comprende?
Él enseguida se asustó:
—¿El recuadro?—balbuceó—¿Qué recuadro?
En ese mismo momento, sentí que se me aflojaban las piernas, ¿era posible que no lo recordaba? Entonces no le había dado la menor importancia, lo había mirado por simple curiosidad.  Me sentí grotesco y pensé vertiginosamente que todo lo que había pensado y hecho por él durante todos esos meses (incluyendo esta escena) era el colmo de la desproporción y del ridículo, unas de esas típicas construcciones imaginarias mías, tan presuntuosas como esas reconstrucciones de un dinosaurio realizada a partir de una vértebra rota.

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Pensé que el mundo se me venía por abajo, y sin que yo atinara a nada tranquilo o eficaz.  Me encontré diciendo algo que ahora me avergüenza escribir.

...

EL REFLEJO DEL ALMA.  URANOxNEPTUNO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora