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Aprender a tener miedo debería ser una evolución lenta, una progresión gradual

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Aprender a tener miedo debería ser una evolución lenta, una progresión gradual. Del Santa Claus de la tienda de comestibles al viejo de la bolsa debajo de la cama; de la película no recomendada para menores que ves a escondidas al hombre que te mira fijamente mientras caminas al anochecer. 

Es un proceso de aprendizaje, una progresión continua de amenaza, la siguiente más peligrosa a la anterior. 

Pero no para Tandy. Para ella, el concepto del miedo la invadió con una fuerza que su cuerpo adolescente nunca había experimentado. Una fuerza tan asfixiante que le dolía hasta respirar. Y no porque en esos momentos estuviese nadando de punta a punta en la piscina de la escuela-algo que hacía mucho últimamente-sino porque todo lo que había visto, todo lo que había experimentado ese verano junto a su hermano y sus amigos, le hizo darse cuenta que los monstruos no eran sombras en los árboles ni cosas invisibles que acechaban rincones oscuros. No, los verdaderos monstruos se movían a la vista de todos. Aunque nadie podía verlos. Justo como ella. La única diferencia, claro, que Tandy no era un monstruo. Pero definitivamente era un fantasma. Bueno. Al menos, la mayoría de las veces. 

—¡Oye!—grito un sujeto por fuera del agua. Tandy se detuvo para mirarlo. Era el entrenador.—La piscina esta cerrada. No puedes estar aquí. 

—Lo siento. No lo sabía. 

«En realidad, si lo sabía», pensó ella. 

Nadó hasta la orilla y salió, corriendo a tomar su toalla para secarse. El entrenador la miró como con los ojos cual dos rendijas. 

—Te conozco...¿Estas en el equipo de natación?. 

Tandy asintió. 

—Si, señor. Soy Henderson, señor.

El chispeó sus dedos. 

—Claro, Candy. Saliste segunda el año pasado. Ahora lo recuerdo. 

Sonrió apocadamente.

—Es Tandy, señor. 

—Como sea. Sigue entrenando así y ganarás la copa este año. O el que viene. 

—Este es mi último año. 

Sus ojos se abrieron de la sorpresa.

—¿En serio?—Tandy volvió a asentir. —Bueno, que eso no te desanime eh...¿Me repites tu nombre?.

Tandy resopló. Esperaba que sucediese algo así de nuevo, pero no de un día para el otro. Como  el estaba bloqueando la entrada y ella solo deseaba irse, apretó la toalla contra su pecho y pasó por debajo de su brazo. No fue la salida más decorosa pero funcionó. 

—Lo lamento, entrenador. Pero debo irme. 

—¡Hey!. ¡Espera!. 

Tandy no respondió. En su lugar, se dio la vuelta y se adentró a los vestidores corriendo. 

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⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

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