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Gojo realizaba movimientos con su mano frente al rostro ajeno, más pálido de lo normal

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Gojo realizaba movimientos con su mano frente al rostro ajeno, más pálido de lo normal. Su mano se movía como un abanico, ventilando al omega que podría decirse estaba más relajado.

― ¿Cómo te sientes ahora? ― lo observó, de pies a cabeza y se detuvo en el pecho, para contemplar el cambio en su respiración, de un ritmo colapsado a uno regular.

― Bien... gracias ¿acaso también eres paramédico o algo así?

― No, ¿porqué? ― Satoru lo miro con diversión.

No lograba quitarle los ojos de encima, y como si fuera poco cada atisbo de admiración por parte del más bajo le aumentaba el autoestima.

― Supiste que hacer para calmarme ― sonrió apenado.

Megumi sentía vergüenza de sus ataques, el hecho de que alguien más lo vea así le parecía horroroso, el pobre se consideraba débil cuando sus crisis lo superaban.

― Mi madre tenía ataques de pánico ― tomo asiento a su lado, dejando de ventilar ― cuando tenía quince años la vi discutir con papá, de una manera muy fea ― habló haciendo señas con su mano ― le dio un ataque y Shoko llamó a su psiquiatra, recuerdo que me quedé allí, paralizado viéndolo todo, así que memorice lo que había hecho el doctor para tranquilizarla.

El cerebro de megumi hizo click, borrando cualquier rastro de caos por un momento. En un ademán pausado tocó la mano de Gojo, entrelanzando sus dedos con los suyos. De nuevo esa corriente mágica erizo sus pieles.

― Fuiste un chico muy valiente ― comentó mirándolo a los ojos, Megumi tuvo la dulce sensación de estar perdido en ellos.

― Se lo debo a mi hermana, ella nunca me ocultó la realidad, y eso me hizo capaz de soportarla.

Murmuró mientras sacaba el celular de su bolsillo lateral. Marcó el número para checar el saldo del móvil, y sorpresa, tal como lo supuso no tenían señal.

― Me alegró de que te hayas hecho tan fuerte ― respondió pendiente de sus acciones.

― No hay señal en el teléfono, solo queda presionar el botón de alerta y esperar.

Se levantó unos segundos, presionó el botón amarillo ámbar en el tablero y volvió a su sitio.

― ¿Qué hay de ti? ― miró al omega.

― Familia humilde, no había día en que no trabajaramos para tener algo que comer ― apoyo su cabeza en el hombro del alfa ― viví con mi abuela en una provincia pequeña, luego me mudé a Yokohama a los doce años, mi padre no estaba muy contento con mi nacimiento que digamos ― rascó su nuca nervioso ― tenemos una relación difícil, crecí trabajando para ayudar a mi familia, y a los trece comencé a tener ataques de pánico ― suspiró, su rostro fue acunado por la mano cálida del alfa.

Les parecia increíble conocerse tanto en tan poco tiempo. Cada nueva anécdota compartida era un nuevo motivo de fascinación para ellos. Más razones para encariñarse el uno con el otro.

― ¿Crees en los predestinados? ― Gojo interrumpió el cálido silencio entre los dos.

― Puede ser, pero... en nuestro mundo actual es algo muy raro de ver ― por no admitir que el siempre creyó que Sukuna era su predestinado.

― No tanto, quizás, tu y yo... lo he pensado un poco... la diosa luna tiene formas extrañas de hacer las cosas ― para Satoru, creer en ello explicaría la necesidad de su lobo por estar cerca del lobo ajeno.

Megumi lo pensó con detenimiento, no tenía porqué negarse a esa idea. Aunque, le causaba dolor pensar que su mundo nunca fue lo que aparentaba. Alguna vez se convenció de que su esposo era su predestinado, después de que este anudara en él, a pesar de ello nunca lo embarazo. Motivo que le llevó a pensar en la extraña infertilidad predestinada.

― Sukuna anudo dentro de mí, pero nunca me embarazó ― comentó pensativo, hace tiempo que no se detenía a meditar ese asunto.

― Me paso lo mismo con Suguru, las pocas veces que logramos intimar ― el alfa se notaba conmocionado por la coincidencia.

― ¿Tu crees que... nosotros?

Ni siquiera el pobre omega podía salir de su asombro al contemplar esa posibilidad.

― No puedo decir nada más que "Wow", es tan loco ― Megumi suspiró.

― Mucho, pero no lo sabremos hasta que lo intentemos.

Hablo dejándose llevar por la emoción en su lobo interno.

― Alto... amm... es una plática demasiado avanzada.

El pelinegro comenzó a reír, seguido por el peliblanco que se cubría el rostro mientras carcajeaba.

― Perdón, me dejé llevar por el momento.

Sujeto su estómago mientras aún reía. La luz en el ascensor parpadeo, llamando la atención de ambos, una brusca sacudida y el elevador estaba funcionando de nuevo.

― Olvídalo, al menos saldremos de aquí.

Megumi se incorporó. Dos pisos más tarde llegaron a su destino. Satoru dejó que el omega bajará primero y lo siguió. Al llegar hacia el pasillo correspondiente, una figura femenina los esperaba en la puerta de la habitación. No vestía un ambo, por lo que no era enfermera, tampoco una bata, así que no era doctora.

El omega deseo salir corriendo de allí en cuanto la reconoció, Satoru notó su pavor y el modo nervioso en que tomó distancia de él. La chica de melena blanca se encontraba mirando su celular, Gojo tomó la distracción y jalo a Megumi, escondiendo sus cuerpos en el pasillo horizontal que cruzaba su camino.

― ¿Qué sucede? ― preguntó extrañado.

― La mujer que está en la puerta, su nombre es Uraume ― respiró profundo y continuó ― la hermana menor de Sukuna.

Satoru abrió los ojos estupefacto con la noticia, a la vez sin poder comprender del todo el pavor del omega.

― ¿Porqué te asusta tanto? ― susurró.

― Ella literalmente me odia, es una omega déspota. No sabes las cosas que me hizo antes y después de haberme casado con su hermano.

Tembló al recordar lo mucho que batalló con la peliblanca.

― Tranquilo, aquí no están solo ella y tu, estas rodeado por tres alfas que te cuidarán ― acaricio su mejilla.

― ¿Tres? ― pestañeo confundido.

― Si tres, ¿acaso tengo cara de que voy a irme? No pienso dejarte solo, vine por ti y me quedo por ti.

Le guiño un ojo sonriente. Megumi respiro, eso le hacía sentirse un poco mejor. Junto valor y espero unos segundos, retomando el camino hacia la habitación.

 Junto valor y espero unos segundos, retomando el camino hacia la habitación

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ınfıdelıtɥDonde viven las historias. Descúbrelo ahora