Osamu Dazai estaba acostumbrado a jugar con las emociones de los demás, pero nunca había esperado que alguien pudiera jugar con las suyas. Al principio, pensó que su fascinación por Chuuya Nakahara era solo una consecuencia de su rivalidad. Sin embargo, con el tiempo, esa fascinación se transformó en algo mucho más profundo y complejo.Chuuya siempre había sido una fuerza de la naturaleza. Su presencia llenaba cualquier habitación, su voz resonaba como un trueno, y su determinación era inquebrantable. Osamu lo había observado en múltiples ocasiones, admirando en silencio la gracia con la que manejaba su poder, Arahabaki, como si fuera una extensión de su propio ser.
Para Osamu, él era más que un compañero o un rival. Era un ser celestial, una entidad tan perfecta que desafiaría la comprensión de cualquier mortal. A veces, se encontraba observándolo en secreto, memorizando cada detalle de su apariencia, cada movimiento que hacía, cada palabra que pronunciaba.
Era una mañana lluviosa cuando decidió que ya no podía seguir ignorando sus sentimientos. La lluvia golpeaba las ventanas de la sede de la Port Mafia, creando una melodía melancólica que acompañaba sus pensamientos. Estaba en la sala de entrenamiento, perfeccionando sus habilidades como de costumbre. Dazai se acercó lentamente, deteniéndose en la entrada para observar
Se encontraba en el centro de la sala, sus movimientos eran fluidos y precisos, cada golpe y patada una manifestación de su poder y gracia. A pesar de la intensidad de su entrenamiento, su rostro mostraba una calma inquebrantable, como si estuviera en paz con el caos que lo rodeaba.
Osamu no pudo evitar sonreír. Para él, Chuuya era la encarnación de la perfección. No solo en términos de poder, sino en todos los aspectos. Su lealtad, su valentía, su sentido del deber, todo lo hacía digno de adoración. Dazai sentía que estaba en presencia de un dios, uno que había descendido al mundo humano para mostrarles lo que realmente significaba ser poderoso
—¿Qué estás mirando? —La voz lo sacó de sus pensamientos. Había terminado su entrenamiento y ahora lo miraba con una ceja levantada, claramente confundido por su presencia.
Dazai se acercó, su sonrisa más amplia y sincera que nunca. —Solo estoy admirando la belleza de un dios en acción.
Resopló, pero sus mejillas se tiñeron ligeramente de rojo. —No empieces con tus tonterías. ¿Qué quieres?
Osamu se detuvo frente a él, sus ojos brillando con una intensidad que rara vez mostraba. —Quiero que sepas lo que realmente pienso de ti. Eres más que un compañero, más que un rival. Para mí, eres la encarnación de la perfección, un ser digno de devoción y adoración.
Chuuya lo miró fijamente, sorprendido por la seriedad en la voz de Osamu. —¿Estás bromeando? Esto no es divertido, Dazai.
Osamu negó con la cabeza, dando un paso más cerca. —No estoy bromeando. He pasado tanto tiempo tratando de comprender lo que siento por ti, y finalmente lo he entendido. Eres un dios para mí. Un dios perfecto y único, digno de toda mi admiración.
El silencio que siguió fue abrumador. No sabía cómo responder, su mente giraba mientras intentaba procesar las palabras de Osamu. Finalmente, dejó escapar un suspiro, su expresión suavizándose.
—No soy un dios. Solo soy un hombre, con todos mis defectos y debilidades.
Osamu negó nuevamente, su mirada firme. —Para mí, eres mucho más que eso. Y no me importa si piensas que estoy loco. Este es mi verdadero sentimiento. Y quiero que lo sepas.
Chuuya lo miró en silencio durante un largo momento, y luego, inesperadamente, soltó una risa suave. —Siempre tienes que ser tan dramático, ¿verdad?
Osamu sonrió, sintiendo que un peso se levantaba de sus hombros. —Es parte de mi encanto.
Chuuya se acercó, extendiendo una mano. —Entonces, si soy un dios, ¿qué eres tú? ¿Mi devoto?
Osamu tomó su mano, apretándola suavemente. —Soy tu más fiel devoto, dispuesto a seguirte hasta el fin del mundo.
Sacudió la cabeza, pero no soltó su mano. —Eres un idiota, Dazai. Pero supongo que eso es parte de tu encanto también.
Los dos se quedaron allí, en silencio, sosteniéndose las manos mientras la lluvia continuaba golpeando las ventanas. En ese momento, Osamu supo que no importaba lo que sucediera en el futuro. Siempre vería a Chuuya como su dios, su ser perfecto y único, digno de toda su devoción y adoración.
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"Devoción Eterna" SKK
DragosteOsamu Dazai, miembro de la Port Mafia, ha pasado años lidiando con una fascinación creciente por su compañero y rival, Chuuya Nakahara. A través de sus observaciones, Dazai llega a ver a Chuuya como un ser perfecto y celestial, digno de adoración. E...