𝙍𝙀𝙑𝙀𝙉𝙂𝙀

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Habían pasado tres días desde que estaba en casa, aburriéndose luego de terminar su tarea rápidamente, y solo jugando con su perrita Maeumie de vez en cuando, pero todavía su mente daba vueltas en su plan de venganza

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Habían pasado tres días desde que estaba en casa, aburriéndose luego de terminar su tarea rápidamente, y solo jugando con su perrita Maeumie de vez en cuando, pero todavía su mente daba vueltas en su plan de venganza.

Jay debía estar muy tranquilo yendo a la preparatoria como si fuese una víctima cuando debía ser él quien estuviese suspendido.

Pero no hacía falta mucho más para llevarlo a cabo.

Había llorado las dos noches anteriores sintiéndose como un tonto por regalarle lágrimas a ese descorazonado.

Todavía se preguntaba cómo es que no pudo ver lo imbécil que era, incluso su propio cuerpo le había dado advertencias con síntomas extraños, como cuando le preguntó su nombre.

Eso fue indignante y humillante desde el inicio. El solo hecho de recordarlo le hacía sentir furia.

No lo dudó, esa misma tarde Jungwon salió de su casa a escondidas. Solo su hermana lo estaba cubriendo, de muy mala gana, pero ella nunca le fallaba.

Sus pasos por el asfalto eran lo único que se escuchaba a esa hora de la tarde e iba ligeramente cubierto con la capucha de su sudadera y una mascarilla negra para no ser reconocido tan fácilmente por los vecinos.

Observó la dirección que había conseguido en el anuario del año pasado en el papel porque su madre incluso le había confiscado su teléfono, estaba prácticamente incomunicado. Tomó el autobús que le llevaba directamente hacia su destino, fue una suerte que al bajar estuviese casi a pocos pasos del domicilio de Park Jay.

Eran casas más grandes que la suya, tenían patios, los cercos eran relativamente bajos y no tenían protección especial, por lo que sería fácil colarse.

Ni siquiera se lo cuestionó una última vez. Estaba tan decidido, tan cegado por el dolor que sentía en su pecho que cuando sus pies tocaron el jardín del patio interior del hogar se movió sigilosamente por la oscuridad del muro hasta un punto ciego. Desde allí miró el segundo piso, intentando encontrar la habitación de Jay, quien quizás llegaría pronto de la escuela.

De pronto, escucha una puerta abriéndose y la voz de la madre de Jay. Rápidamente se escondió tras los contenedores de basura para no ser visto. La mujer llevaba su uniforme de trabajo y el teléfono en su oreja.

—Jay, cuando llegues la cena está en la nevera, puedes calentarla en el microondas, recuerda tomar tus medicamentos antiinflamatorios si no quieres que esa nariz quede torcida y fea ¿De acuerdo? Hoy tengo turno nocturno en el hospital, si es que alcanzo a llegar te saludo por la mañana. Adiós.

Cuando escucha el auto ser arrancado y el sonido del motor alejarse, sale de su escondite y procede a trepar por la tubería de agua que se encuentra en la esquina de la casa.

No tarda en llegar al techo, se sujeta con firmeza de la ventana más próxima y tras comprobar que esté abierta, la desliza hacia arriba con facilidad, hasta que se encuentra dentro de la casa.

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