Monday

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Cuando el estruendoso ruido de aquel despertador inundó el silencio de aquella habitación a las siete y media de la mañana de aquel lunes, inmediatamente una mano se lanzó hacia el para evitar que siguiese molestando. Una mano sí, porque en lo referente a la dueña de esta, podemos decir que se encontraba aún en el séptimo sueño sin absolutamente ninguna intención de levantarse.

Diez minutos más tarde encontramos la misma situación que seiscientos segundos antes. Pero esta vez, es Jade quien apaga el despertador y no su mano que actúa por libre. Se queda durante unos segundos aún en la cama, mientras se despereza, y finalmente, cuando ha reunido la fuerza suficiente, decide levantarse y con esto, empezar el día.

Aún con el pelo revuelto y su pijama -que se compone de un short que le tapa lo justo y una camiseta ancha.- se dirige a la cocina de su pequeño, pero acogedor departamento. Ese al que hace apenas unos meses se mudo después de haber estado mucho tiempo ahorrando para poder comprarlo. Allí se prepara su café infaltable para ser persona y un par de tostadas a las que sólo unta mantequilla- porque Jade, al igual que la autora, detesta la mermelada de cualquier sabor.

Desayuna con calma, ya que otra de las cosas que caracterizan a Jade es su total incapacidad para darse prisa recién levantada. Es por eso que nuestra protagonista pone el despertador una hora antes de tener que salir de su casa hacia el trabajo.

Cuando ha terminado el desayuno, se dirige a paso lento hacia el baño para asearse. Antes pasa por el salón, donde comprueba en su reloj de pared que aún son las ocho de la mañana y por ende, que aún falta media hora hasta que su mejor amiga pase a buscarla.

Mientras se cepilla los dientes, Jade se dedica a examinarse a sí misma en el espejo. Con el pelo aún revuelto y la tremenda cara de dormida que aún tiene, no presenta el mejor de los aspectos, aunque no es nada que no tenga arreglo. Finalmente, cuando ha conseguido deshacer los nudos de su pelo, y ya se asemeja más a una persona que al Rey León va a su habitación a vestirse.

A las ocho y veinticinco de la mañana Jade ya está arreglada y se encuentra revisando su apartamento, comprobando que no se deja nada encendido. Cuando se está dirigiendo a la puerta, su Iphone emite un sonido, indicativo de que su amiga ya está abajo esperándola. Sale por la puerta y cuando está a punto de cerrarla recuerda que la maleta aún está en su habitación. Colgada como ella sola. Aunque Jade le echa la culpa a su subconsciente, el cual tiene claro que ella no quiere hacer ese viaje.

Cuando ya ha cogido la maleta, entonces sí, sale de su casa y se dirige escaleras abajo lo más rápido que puede teniendo en cuenta que va más cargada que los camellos en plena víspera de Reyes.
Al salir por el portal, ve el Mini azul metalizado de Perrie estacionado en la acera de enfrente. Pero antes de cruzar se acerca a su amado coche -un New Beetle también azul metalizado- y comprueba que está correctamente cerrado.- ¿Hemos dicho ya que Jade es tremendamente maniática?

Entonces, se acerca hacia el coche de su amiga, introduce la maleta -casi más grande que ella- en el maletero y se sube al asiento de copiloto, saludando a Perrie.
- Hola Pezz.- Dice sin ningún entusiasmo al tiempo que se enfunda sus Rayban- aviator para protegerse de los rayos solares mañaneros.
- Jadey. Le nombra su amiga a modo de saludo. Y Perrie que conoce a su amiga como a sí misma, observa a Jade con cautela sabiendo que no está del mejor de los humores. Aún recuerda lo mucho que se enfadó Jade cuando se enteró que tendría que hacer ese viaje y sospechaba que esa mañana seguiría protestando.
- ¿Sigues enfadada por el viaje no?- Y aquella pregunta desata la tormenta.
- Es que no entiendo por qué tu padre se ha empeñado tanto en hacer esto.- Aclaremos que Perrie es la hija del jefe de la empresa donde ambas trabajan y se conocieron hace ya tres años.
- Jade es normal. Harry y tú sois los jefes de los dos departamentos más importantes de la empresa. Si no sois capaces de poneros de acuerdo en nada, ¿cómo pretendéis ser capaces de coordinar los departamentos?- Jade chasqueó la lengua a modo de queja. Jade sabía que Pablo, el padre de Perrie, lo hacía todo por el bien de su empresa, pero eso no había evitado que le molestase tremendamente que dudase así de ella.
- Soy lo suficientemente profesional como para saber separar mis opiniones personales sobre Harold de los asuntos de la empresa.- Perrie alzó una ceja. Evidentemente, no estaba de acuerdo con su amiga.
- De todas maneras, no entiendo por qué le tienes tanta manía a Harry, ¡si no te ha hecho nada!- Jade se encogió de hombros.
- No me gusta la gente que consigue su trabajo por se "hijo de". Sé cuánto me ha costado llegar a dónde estoy hoy y me molesta que él no haya tenido que hacer ni siquiera la mitad del esfuerzo que yo he hecho.
- Entonces, ¿Por qué yo si te caigo bien?- refutó Perrie.- Según lo que dices, yo también vengo a ser "hija de".- Jade la miró.
- No sé si te acuerdas que al principio no te tenía lo que se dice cariño.- Perrie soltó una carcajada. Lo recordaba perfectamente.- Pero a ti es imposible no quererte Pezz. Harold, en cambio es odioso.- Jade se quedó pensativa pero pronto volvió a la carga.- Además, ¿no podría haber elegido otro momento tu padre? Justo me viene a arruinar la única semana de vacaciones que tenía.

En una semana | Jarry | {Adaptación}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora