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La tarde del día siguiente, Velvette y Vox estaban conversando, pero él estaba un poco distraído y ella pudo notarlo, así que preguntó:
—¿Pasa algo?
—No...—murmuró el chico en respuesta, pero sabía bien que su mente estaba un poco dispersa, reflejando una sonrisa pícara y la figura esbelta de alguien.
—No me mientas.
Vox suspiró.
—Tuve una cita.
—Al fin. Tu vida amorosa eran cenizas. Que bien que superaste a Alastor.
La televisión la fulminó con la mirada.
—Vel, fue con Alastor.
Ella escupió su bebida.
—No hay manera. ¿No es Asexual?
—Mm, asexual solo significa que no sientes atracción sexual por las personas, no que no pueda sentirse atraído románticamente.
Velvette levantó las cejas, ignorando parte de lo que él decía.
—Bueno, entonces, ¡hermoso, duren!

Vox y Alastor se vieron varios días más las siguientes dos semanas en distintos lugares, como lo habían sido un parque de diversiones, un zoológico y un teatro (ya que Al detesta el cine).
Sin embargo, ese día era el primero en el que se juntaban en la casa de Vox, solos.
Se sirvieron unas copas y se sentaron en el sillón de la habitación. Ya más suelto por el efecto del alcohol, Vox se arrojó a Alastor y lo atrapó en un demandante y apasionado beso. Él demonio de la radio rodeó la cintura de Vox con los brazos y lo atrajo más cerca y entrelazó una de sus piernas con una de su contrario.
La televisión revolvió el cabello del Alastor, acariciando el ahora despeinado pelo incansablemente mientras ni se le pasaba por la cabeza separarse de los labios del chico tampoco, es más, intensificó el beso e introdujo su lengua en la boca del otro, que primero se sorprendió, pero luego lo permitió. Alastor rompió el cuello de la camisa de Vox y mordió la piel debajo de donde este había estado, lo que generó que Vox soltara un gemido gutural ante el que el demonio de la radio se estremeció, lo suficiente para tener la voluntad de separarse de el otro chico y sentarse al lado. Vox miró el cuello roto de su camisa nervioso y luego levantó la vista a Alastor, que tenía las manos juntas y podría parecer serio antes de que vieras la sonrisa prominente en su rostro.
La televisión se sentó junto a él y separó sus manos. Tomó una y entrelazó los dedos de los dos.
—¿Estás bien? No tenemos que hacer nada que no quieras.
—No, yo...—murmuró Alastor—solo... hoy no.
Vox le sonrió y le propinó un beso en la mejilla.
—Bien.
Alastor descansó con la cabeza en el pecho de otro chico, que se recostó en el sillón, acomodándose con él.
—Ey.
Él demonio de la radio murmuró un "mmm?" en respuesta.
—Te quiero.
El aludido se sorprendió un poco, pero luego se calmó y contestó:
—Y yo a ti.                                                                                                                              Ni él mismo sabía si había sido sincero al expresar esos sentimientos por Vox. Solo lo había soltado como si fuera la cosa más natural del mundo, y creyó sentirlo mientras miraba a Vox. Casi inconscientemente, Alastor acarició su mejilla y sus antenas. Cuándo se dio cuenta, retiró su mano de inmediato. 

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