Ink and kisses

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Freddie iba a matarlos, estaban seguros de ello.

En su defensa, él y John los habían dejado solos en el estudio a mitad de la tormenta y con fallas en la energía eléctrica. No podían ni querían volver a casa y arriesgar la preciosa guitarra de Brian y tampoco podían trabajar pues los cortos pero constantes apagones volvían tedioso e imposible concentrarse. Lo único que podían hacer era matar el tiempo. Y matarlo muy a su manera.

Todo había iniciado de forma muy inocente cuando Roger, curioso por naturaleza, había descubierto unos frascos de "pintura" en una de las maletas de Freddie junto con pinceles, lápices y estilógrafos, sugirió jugar y hacerse unos buenos tatuajes. Él fue el primero en quitarse la camisa y prestar su espalda como lienzo a su novio quién, romántico, hizo su mejor intento en dibujar hermosas estrellas y un par de constelaciones. Complacido, Taylor no tuvo que insistir mucho a su pareja para que se dejara pintar; May se quitó la camiseta y el rubio hizo varios dibujos al azar para después firmar con su nombre en el pecho del guitarrista.

El ambiente se comenzó a calentar cuando Taylor retó al mayor a marcarlo de forma más...Interactiva.

Roger le tomó las manos y con una pequeña brocha le pintó las palmas y le pidió que las posara sobre uno de sus lugares favoritos. Se deshizo de sus ajustados jeans seguido de sus bóxers y se inclinó lo suficiente para que su trasero quedara en primer plano.

Brian lo pensó por unos segundos pero el ambiente lo incitaba, así que cuando sus manos se posaron sobre la retaguardia de su pareja, no pudo evitar darse un festín y acariciar y apretujar más de la cuenta y de forma un tanto obscena pero logrando el objetivo de dejar marcadas sus enormes manos en ese sitio que ahora le pertenecía.

—No pierdes el tiempo, May —gimoteó el rubio evidentemente excitado.

May se encogió de hombros y azotó una leve palmada en una de esas pequeñas pero bien formadas nalgas haciendo al batero reír.

—Yo solo cumplí con mi tarea. Sabes que soy muy disciplinado con las indicaciones.

Taylor se mordió el labio y lo miró con la lujuria desbordando por sus poros.

—Ahora me toca a mí marcar algo que me encanta.

Con una sonrisa ladina lo miró a los ojos y, con la misma pintura roja que le había pintado las palmas de las manos, tomó una poca con su índice y de forma sensual lo frotó sobre sus labios.

May sabía que podía esperar cualquier cosa, excepto que, con desesperación, Roger le tumbara los pantalones hasta los tobillos pero la ropa interior con una lentitud tan tortuosa que su miembro comenzaba a pagar las consecuencias. A fin de cuentas, es lo que Roger quería. Así que a esa creciente erección se dedicó a dejarle un camino de acalorados besos que dejaban la marca carmín de sus deliciosos labios.

Débil, Brian no pudo hacer más, más que sucumbir a los calientes encantos del baterista y terminó follándole la boca, tomándolo con fuerza del cabello y disfrutando como su virilidad desaparecía en esa boca que aún dejaba rastros rojos mezclados con saliva sobre su piel.

Fue cuestión de tiempo para que ambos terminaran completamente desnudos y tirados en el piso del estudio, con Brian tendido boca arriba disfrutando de ese habitual salvajismo que a su novio poseía cada vez que lo montaba. Del piso tomó la mal lograda pintura roja y llenó uno de sus dedos para deslizarlo por los endurecidos pezones del ojiazul, quien ante el exceso de sensaciones placenteras no pudo hacer más que inclinarse a devorar a besos y mordiscos el cuello del mayor y así tratar de acallar los lastimeros gemidos que burbujeaban en sus labios.

Con Roger de rodillas y Brian embistiéndolo fieramente por detrás, ambos terminaron con solo unos segundos de diferencia, desplomándose del cansancio casi de inmediato y compartiendo una sonrisa que les daba la seguridad de haber quedado más que satisfechos.

. . .

Volvieron a vestirse antes de que algo o alguien pudiera suceder para después tratar de limpiar el desastre de fluidos y pintura que habían dejado en el piso.

—Brian... Esa maldita pintura no sale del piso —Frustrado, pasaba una y otra vez una franela húmeda sobre las baldosas.

—Dímelo a mí —respondió irritado mientras frotaba una de las patas de la mesa de control— Es mi maldita mano la que quedó aquí grabada.

—Perdonen la tardanza, mis bellezas pero no podía salir con la tormenta y...¿¡Qué demonios pasó aquí!?

De un salto, los amantes dejaron sus actividades de limpieza fingiendo tener todo en orden.

—Nada... No pasó nada —exclamó Brian en pánico.

En ese momento, la energía eléctrica que seguía intermitente, volvió a la normalidad mostrándole al persa el doloroso escenario; sus preciosas tintas de dibujo tiradas en el piso y evidentemente gastadas. Miró a ambos hombres y no necesitó ponerse muy perspicaz para entender el por qué de los machones rojos en el cuello del mayor y en los rubios cabellos de Roger.

—No me digan que...

Taylor soltó una risita cínica y asintió. —Las ganas son las ganas, Fred.

Frustrado, Mercury se cubrió el rostro para no soltar algún improperio. Tomó aire y los miró amenazante.

—A ver, yo entiendo que no puedan evitar estar uno arriba del otro todo el tiempo y que se apareen como conejos. Lo que no entiendo es por qué incluir mis muy costosas tintas indelebles en sus fetiches.

—¿Indelebles? —preguntó May completamente angustiado.

—Sí, indelebles, permanentes —agregó con burla—. Así que buena suerte con desmanchar el piso y donde sea que se la hayan puesto, enfermos. Del disco ya hablamos otro día —Dramático, se dio la media vuelta pero casi de inmediato regresó a ver a los amantes— Y por cierto, saquen sus ahorros porque esos frascos no cuestan dos libras.

Con un azotón de puerta, Freddie se marchó dejando a la pareja sumida en un silencio incómodo.

—¿Qué vamos a hacer? —agregó Brian.

—Irnos a casa —respondió Taylor con obviedad y continuó antes de que su novio le reprendiera—. Podemos dejarnos las manos aquí y las manchas no van a salir. Ya oíste a Fred.

—Tienes razón.

Roger se acercó a robar un beso a los labios de su novio para borrarle el semblante afligido.

—Velo por el lado amable, amor. Cada que me veas el culo vas a recordar que ese precioso duraznito es tuyo y de nadie más. Y yo... Yo haré lo mismo cada que esto despierte en mi nombre —De manera juguetona palmeó su entrepierna haciendo al mayor reír.

—Pero eventualmente se va a borrar, bebé.

—No importa —respondió despreocupado— Siempre podemos robarle a Freddie otra de esas tintas indelebles.




Pensé que podría salir esta dinámica sin escribir smut jsjsjs. Creo que estamos fusionados.

De nuevo mil perdones por el retraso.

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⏰ Última actualización: Jul 30 ⏰

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