2. tus labios son caramelo

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El pálido sol brillaba en el cielo, medio tímido. Alejandro era el único de sus compañeros que todavía vestía el uniforme invernal, con brazos y piernas cubiertos. Era otro día en que su cuerpo se sentía caliente como si estuviera enfermo y tuviera fiebre, y siempre terminaba atrayendo algunas miradas curiosas del equipo técnico.

El día había empezado mal. A ver, todos los días habían empezado mal durante las últimas dos semanas. Pero ese jueves estaba especialmente doloroso. Había dormido mal, dado vueltas y vueltas en la cama toda la noche y ahora ni siquiera podía prestar atención a la charla en la mesa del desayuno. Sentado con Rashford y Sancho, el inglés entraba y salía de sus oídos sin que este entendiera una palabra, porque toda su atención estaba centrada en que Lisandro y Antony habían llegado tarde al entrenamiento. Juntos. Poco importaba que los dos fueran amigos o Dios sabe qué, importaba que Alejandro odiara la forma en que Antony entró abrazado al argentino, colgado de su cuello como si tuviera algún derecho a-

Dios, ¿qué mierda estaba pensando? La puta madre, Antony era su compañero, encima era su amigo también e inconscientemente ya lo estaba mirando mal. Y Licha. Licha era su amigo. Nada más que eso. Él no tenía el derecho de sentirse celoso.

Cruzó la cancha sin decir nada. No quería que nadie se enterara de su condición, y tampoco tenía ganas de hablar mucho. Sentía que cualquier cosa sería capaz de enojarlo, y no quería testar la hipótesis. Pero los dioses no estaban a su favor. Lisandro se acercó rápidamente para calentar en pareja, como era costumbre.

"Estás raro hoy." Licha comenta, casualmente, la mirada distante.

"¿Quién?" Alejandro no quiere notar cómo se ve el pelo del argentino hoy, ni qué hay de diferente en su rostro. Alejandro ni quiere mirarlo, en verdad, pero aun así lo hace. Se siente avergonzado por todo lo que ha pasado por su cabeza, y es casi como si mirar a Lisandro fuera un delito y él, un delincuente.

"Vos, pendejo." La voz de Lisandro sigue tierna y quita un poco de tierra del césped que por alguna razón estaba en el pelo de Alejandro. "¿Qué te picó?"

"Nada. Creo que me resfrié o algo así. Estoy un poco mal."

"Hm." Tararea, sospechoso. "Antony me preguntó por qué lo estabas mirando con una cara de quién lo iba a cagar a piñas."

Alejandro inmediatamente se sonrojó y quiso meter la cara abajo la tierra. ¿En serio era tan obvio lo que sentía?

"No, ¿qué dices? No lo estaba mirando mal." Intenta desviando la mirada porque era muy consciente que era un mentiroso terrible.

"Total, lo estabas mirando pésimo." Lisandro toma una de sus manos, un agarre firme que no le dejaría escapar aunque quisiera. "Sabés qué podés decirme, ¿no? Si te pasa algo. No tenés que hacer todo solito."

"Yo no-" Alejandro suspira, sintiéndose derrotado. "Ya sé, Licha. Gracias." Cuando era literalmente la última persona que Alejandro podía contar lo que estaba pasando. Sí, Licha, voy a tener que hacer todo solito porque estoy a punto de entrar en celo y la única persona que se me ocurre eres tú, que encima de ser mi amigo, eres otro alfa, ¡genial!

Alejandro sentía calor en la cabeza y mal había sol para eso. Por Dios, Antony ni siquiera era un defensor, ¿por qué carajos lo hizo eso gratis? Ale vio todo en rojo, no podía controlarse, y era casi como si fuera una marioneta, controlada por un diablillo con las manos en los hilos. Le dio un empujón al brasileño, golpeando con ambas manos con fuerza el pecho del mayor, que salió lanzado hacia atrás por el impacto. Los otros se acercaron rápidamente, algunos levantaron a Antonio del suelo y otros sujetaron a Garnacho. El ambiente se estropeó. Calm down, you two, Alejandro podía escuchar en inglés por encima del zumbido en sus oídos.

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⏰ Última actualización: Jul 31 ⏰

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si me tocas, yo me quemo | l. martínez + a. garnachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora