Domingo 21 de mayo de 2023

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La belleza. Representada por miles de artistas en el transcurso de la historia, para captar esa sensación de gozo intelectual cuando lo contemplamos. Vivaldi, Da Vinci, Miguel Ángel, todos tras el mismo objetivo: poner en una cápsula del tiempo y enaltecer lo que la sociedad proclama como tal, darnos un destello de los inalcanzable, un halo de ese misterioso enigma que nos despierta la imaginación.

Y esto nos es nada novedoso, a lo largo de la historia el ser humano ha mostrado fascinación por las cosas inalcanzables, desde representaciones artísticas que glorifican los cánones de belleza, hasta el más reciente video musical más visto, en donde se resalta una relación proporcional entre los lujos y la felicidad, un estilo de vida que muy pocos tienen la suerte de tener, pero que casi todo el mundo anhela.

Y lo he escuchado tantas veces, la mayoría de la gente cree que hay que esforzarse mucho para poder contemplar esa belleza; que hay que comprar obras de arte y estar en la primera fila de un concierto para rozar con la punta de los dedos esa maravillosa ilusión. Estar dispuesto a pagar grandes sumas de dinero para tener eso que todo el mundo quiere.

Yo difiero. Creo más bien que la belleza es sencilla, es fácil de encontrar, y ciertamente no es exclusiva. Está alrededor y dentro de nosotros, y en las experiencias que atesoramos.

Pero no me malinterpreten, claro que me asombra ver la belleza en sus formas más complejas y duraderas, esas que nos marcan la vida por años. Me encanta ver obras de arte que retratan escenas como salidas de otro universo; escuchar los acordes perfectamente interpretados por el músico talentoso. Todo eso me pone la piel de gallina y me maravilla, me hace pensar en el extraordinario potencial del ser humano, las cosas que somos capaces de hacer y de transmitir por generaciones a miles de personas, todos sintiendo diferentes versiones de lo mismo.

Pero… ¿y el resto? ¿qué pasó con las experiencias ordinarias que nos rodean, estas que están sencillamente ahí, esperando ser contempladas? ¿Nos hemos olvidado por completo de que la vida a nuestro alrededor está colmada de belleza? El universo mismo nos susurra al oído esta belleza efímera, que dura solo unos instantes para aquellos curiosos ojos que deseen observar lo suficiente para darse cuenta de que siempre ha estado ahí, en los pequeños detalles.

En la sonrisa de un extraño en el bus, un atardecer dorado que dura apenas unos minutos, las flores tan hermosas que aparecen en todo su esplendor pero que luego se marchitan. Esta belleza efímera que nos recuerda nuestra propia naturaleza transitoria en el planeta, un corto viaje del cual solo nos llevaremos unos cuantos recuerdos.

Finalmente, aquí estoy yo, una enamorada de lo efímero, y aunque suene triste, sé que nada dura para siempre; pero en esta impermanencia, encuentro la felicidad y el amor en su estado más puro; y mientras navego por las olas de tiempo, sé que sabré contemplar y abrazar esos momentos fugaces, y llevar en mi maleta de viaje el recuerdo de lo que fue, y la esperanza de lo que vendrá.

Notas hechas al borde de las lágrimas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora