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Capítulo 3: Secuestro

¿De qué estaba hablando esta mujer?

Elias arqueó las cejas perplejo.

¿Una promesa? No tenía ni idea de nada parecido.

"¿Quién demonios te ha enviado? Si quieren quitarme la vida, estaría dispuesto al menos a oír hablar de ello como recuerdo de mi muerte. Tengo tantos sospechosos que no puedo acotar".

Elias parecía estar perdiendo la calma debido a la quietud. Elías no tuvo más remedio que dirigirse a ella, a lo que la mujer reaccionó con un respingo. Como una niña que acaba de recibir un premio, parecía sumamente encantada de que la llamaran, y su inquietud era evidente.

-Algo pasó por la mente de Elías.

Bien hecho, Kitty. Eso ha estado bien.

La gatita persiguió la pelota para su amo y la alcanzó, cubriéndose de barro. El ensordecedor sonido de las risas se oía a su alrededor.

Kitty, Kitty. Ven, te daré una golosina.

Pero la ilusión pronto se desvaneció como respondiendo a la premonición de no querer recordar.

La mujer que vigilaba a Elias dejó escapar un sonido de autoburla bajo el velo mientras movía lentamente la cabeza hacia un lado.

"...Después de todo, ¿fue ese el alcance de los recuerdos para ti? Eso no se puede evitar".

"Basta ya de tonterías oraculares, expón tu propósito. ¿Qué quieres?"

Elías cortó su parloteo. Su expresión empeoró progresivamente. Tenía una forma de hablar absolutamente detestable. De hecho, su voz era tan beatífica que uno casi podría oírla si no estuviera tan atento. Como antes, se produjo entonces en él un cosquilleo de familiaridad. Era algo del pasado que debería haber quedado olvidado y sellado-.

Tratando de no detenerse en pensamientos innecesarios, Elias decidió explorar los alrededores. Con el rabillo del ojo, observó despreocupadamente la zona visible desde la entrada del carruaje. Aparte de la mujer, no había ningún objeto móvil a la vista. Algunos objetos, probablemente restos humanos, estaban tirados por ahí, pero presumiblemente eran sus ayudantes que habían sido asesinados. En cuanto a supervivientes, no había ninguno. Sería justo suponer que los caballos que le servían de transporte también habían sido aplastados. La parte desapasionada de la mente de Elías analizó la situación.

O lo iban a matar, o iba a sobrevivir con una escasa esperanza de supervivencia, pero al parecer no podía evitar tener que vérselas con la odiosa mujer. La mujer tampoco parecía ofendida por la irreverencia de Elías. En todo caso, movía la cola cada vez con más regocijo. Eso, también, hizo que sus espíritus se encresparan en algún lugar de su corazón.

"¿Cuál es mi propósito? Sólo una cosa. Eres tú".

"Mi vida, eh".

"Qué cosa más escandalosa dices. ¿Me consideras una mujer sin corazón?"

"¿Incluso después de haber matado a todos mis hombres?"

"Compañeros y testigos no serán necesarios. Tú sola eres suficiente para darme la bienvenida al cielo."

"Después de todo, me estás asesinando, ¿verdad?".

La mujer rió con una risita e inclinó la cabeza.

"Esto es un dilema. Milord, ¿es usted por casualidad un suicida?".

"...Mira lo que has hecho y la situación que tienes delante antes de decir nada".

El Compromiso Se Rompió Y Me EncerraronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora