𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈

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Las peleas de mis padres.

No recuerdo cuándo empezaron las peleas. Siempre parece que han estado ahí, acechando en las sombras, listas para estallar en cualquier momento. He crecido en un hogar donde el amor y el odio van de la mano.

Recuerdo la primera vez que mis padres discutieron delante de mí. Tenía unos 8 años y no entendía qué estaba pasando. Mi madre lloraba y mi padre gritaba. Me escondí debajo de la cama, tapándome los oídos para no escuchar.

Con el tiempo, las peleas se volvieron más frecuentes. Mi madre siempre decía que mi padre era el culpable, que era egoísta y no la escuchaba. Mi padre decía que mi madre era demasiado sensible y no sabía perdonar.

Yo me sentía atrapada en medio, sin saber qué hacer. Quería que se detuvieran, que se besaran y se abrazaran como antes. Pero eso no pasaba.

Las peleas se volvieron más intensas. Mi padre rompía cosas, mi madre se encerraba en su habitación. Yo me sentía sola, sin saber a quién recurrir.

Un día, mi padre se fue. No sé adónde, pero se fue. Mi madre lloró durante días, y yo me sentí culpable. Pensé que era mi culpa que se hubieran peleado.

Pero mi padre regresó. Siempre regresaba. Y las peleas continuaban.

Ahora que soy mayor y entiendo que mis padres tienen problemas propios. Mi madre es una persona muy sensible y mi padre es un hombre muy orgulloso. No saben cómo comunicarse sin pelear.

Pero eso no me hace sentir mejor. Me siento cansada de las peleas, cansada de la tensión en mi hogar. Quiero que se detengan, que se besen y se abracen como antes.

Sé que eso es imposible. Mis padres son quienes son y no van a cambiar. Pero yo sí puedo cambiar. Puedo aprender a manejar mis propias emociones, a no dejar que las peleas de mis padres me afecten tanto.

Eso es lo que voy a hacer. Voy a aprender a ser fuerte, a ser independiente. Voy a encontrar mi propio camino, sin importar lo que pase en mi hogar.


En la madrugada


Camino por la calle desierta, el frío de la madrugada me envuelve como un abrazo. No hay nadie a mi alrededor, solo la luz de las farolas que ilumina mi camino. Me gusta caminar de noche, me hace sentir libre y sola al mismo tiempo. La oscuridad me envuelve, pero no me asusta. Me siento segura en este mundo silencioso.

Llevo un libro en mi bolsa, uno que he estado queriendo leer por semanas. Me detengo en una banqueta y saco el libro. La luz de la farola cercana es suficiente para iluminar las páginas. Me siento cómoda en esta banqueta, es mi lugar secreto.

Me sumerjo en la historia, olvidándome del mundo que me rodea. Los personajes cobran vida en mi mente, sus historias y sentimientos se entrelazan con los míos. Me siento conectada con ellos, como si fueran amigos viejos.

El tiempo pasa sin que me dé cuenta. Las horas se deslizan como hojas secas en el viento. Me pierdo en el libro, en sus palabras y emociones. La noche es mi refugio, mi lugar de escape. Aquí, puedo ser yo misma sin temor a ser juzgada.

El libro es mi compañero, mi confidente. Me habla de amor, de pérdida, de esperanza. Me hace reír y llorar. Me hace sentir viva.

La luz de la farola se refleja en las páginas, creando un halo de luz que me envuelve. Me siento protegida, segura. El mundo exterior desaparece, y solo queda el libro y yo.

En este momento, nada más importa. Solo el libro, la noche y yo. Estoy en paz, estoy libre. La noche es mi amiga, mi aliada. Me permite ser yo misma, sin miedo a ser juzgada.

E

l libro es mi mundo, mi universo. Y en este momento, nada puede perturbar mi paz. Estoy en armonía con el universo, conmigo misma.

Me levanto de la cama y salgo de mi habitación. Bajo las escaleras y llego a la puerta principal. La abro y salgo a la calle. De repente, escucho una voz detrás de mí.

- ¿Qué haces aquí solita, muñeca? - me dice un señor que no conozco.

Me siento asustada y corro hacia mi casa. No miro hacia atrás, solo quiero llegar a salvo. Abro la puerta y entro en la casa. Mi madre está sentada en la sala, con una expresión enojada en su rostro.

- ¿Dónde has estado? Te dije que no salieras de casa sin permiso - me regaña.
- Mamá, tengo que contarte algo - trato de explicar.
- No quiero escuchar excusas. Sabes que no debes salir de casa a estas horas - me interrumpe.
- Pero, mamá, ese señor me dijo cosas y me asusté - trato de explicar de nuevo.
- No te creo. Debes haberlo imaginado - me dice, cruzando los brazos.

Me siento frustrada. No me cree. Me enojo con ella por no entenderme.

- ¡Es verdad! ¡Me dijo cosas y me asusté! - le grito.
- Katie, no grites. Ya hablaremos de esto más tarde - me dice, levantándose de la silla.

Me siento sola y no entendida. Mi madre no me cree. Me siento como si no me protegiera.

- Mamá, por favor, créeme. Estaba asustada - le digo, tratando de calmarla.
- Katie, hija, no te creo. Ya te dije que no salieras de casa sin permiso. Ahora ve a tu habitación y no salgas hasta que tu padre llegue a casa - me dice, señalando hacia las escaleras.

Me siento triste y enfadada. No me cree. Me siento como si no me escuchara. Subo las escaleras y me dirijo a mi habitación. Me dejo caer en la cama y lloro. Me siento sola y no entendida.

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⏰ Última actualización: Jul 30 ⏰

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Dos personas, Un corazón. (Katie Wild and Tyler Grey) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora