Después del adiós

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La verdad es que de tanto besar el piso,

uno se vuelve distinto.

El corazón deteriorado

ya no permite más daño.

Uno se llena de valor

y ya no es tan difícil decir adiós.

Uno deja de desear el mal

y comienza a perdonar.

Entonces, las heridas comienzan a sanar.

Valentía IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora