Capitulo dos

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Al día siguiente

Gwayne se encuentra despidiéndose de su padre, sintiendo la tristeza de su partida. Sabía que su padre no podía quedarse, pues el rey lo había expulsado, impidiéndole regresar a King's Landing. Ahora, Gwayne estaría solo en la Fortaleza Roja, rodeado de alfas crueles.

—Realmente lo siento mucho, hijo —dice su padre mientras lo mira— Nunca debí traerte aquí, si no lo hubiera hecho, no estarías obligado a hacer esto.

—Padre —en ese momento, el Omega toca la mano de su padre— Dile a mamá y a mis hermanos que no intenten nada, ya que eso podría causar problemas y no quiero que les pase nada.

—Se los diré — Rinden abraza a su hijo una vez más— Sé fuerte, hijo. Te escribiré todos los días.

—Gwayne abraza a su padre con fuerza— Tú también sé fuerte —dice mientras trata de contener las lágrimas— Te voy a extrañar.

—Yo también lo haré — Rinden rompe el abrazo y le da un beso en la frente— Cuídate mucho, hijo.

—Sí —en ese momento, una lágrima se desliza por su mejilla— Lo intentaré —murmura mientras observa cómo su padre se sube al caballo.

—Adiós, hijo —Rinden mira una vez más a su hijo antes de partir.

Gwayne llora mientras ve cómo su padre se aleja. El joven Omega no se había dado cuenta de que Rhaenyra lo estaba observando; ella se acerca hasta él y le toma del hombro. El Omega se asusta y voltea hacia su lado derecho.

—Tú y yo pasaremos un tiempo juntos para que puedas conocerme mejor, y así desempeñar mejor tu papel como mi omega una vez que nos casemos, Gwayne —dice mientras lo mira— Estoy ansiosa por tenerte en mi cama, pero esperaré hasta la noche de bodas, un momento que nunca olvidarás —Rhaenyra se acerca al oído de Gwayne— Perteneces a mí desde el momento en que te conocí, nunca podrás irte de mi lado.

Gwayne se pone nervioso, nunca imaginó encontrarse en una situación así. Rhaenyra le da un beso en la mejilla, y el Omega no dice nada, simplemente es guiado por la alfa a una parte del castillo.

Todo esto es presenciado por Baelon, quien observa la escena con desagrado. Verdaderamente, su hermana se estaba volviendo como su padre, Daemon, algo que al joven no le gustaba. Si Rhaenyra seguía el mismo camino que Daemon, la vida de Gwayne sería como la de su madre: miserable.

Mientras tanto con Viserys

—Era necesario expulsar a Rinden de la ciudad y prohibirle la entrada —Viserys ve a Daemon, quien está sentado revisando unos documentos— No es justo para el niño.

—Deja de molestar, Viserys —dice Daemon mientras levanta la mirada— Rinden Lannister seguramente intentaría llevarse a Gwayne, por lo que lo mejor era expulsarlo para prevenir cualquier acción.

—De todos modos, no debería ser así, separar a un padre de su hijo solo para complacer a tu hija —Viserys muestra un tono de voz molesto.

—Te recuerdo que Rhaenyra también es tu hija, por lo tanto, debes complacerla en todo, ese es tu trabajo: cuidar de los niños y hacer caso a lo que te diga.

—Ella es tu hija; dejé de verla como mi hija hace mucho tiempo. Ella es igual a ti —Viserys se lleva la mano a su corazón— Ya está perdida.

—Rhaenyra no está perdida, ella es justo lo que busco en un heredero. Sabe lo que quiere y cómo obtenerlo. Después de todo, me aseguré de que fuera como yo. Tú querías criarla como una tonta, ese problema no es mío —Daemon se levanta— Ella es toda una alfa, no es débil, ni se dejará manejar por su Omega. No es como Rhaenys ni como Aemma, quienes permiten que su Omega tome las decisiones. Mi hija no será así.

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