—Señorita, ¿cómo desea vestir el día de hoy? —inquirió con voz suave la doncella Lulú, detrás de ella habían tres más que se encontraban con la mirada cabizbaja a la espera de una orden.
Al principio mi cuerpo se tensó ante la mera mención de vestirme, pero logré relajarme antes de que se percibiera externamente.
—Algo ligero. Hoy continuaré en casa —había dicho en un intento de demostrar desinterés.
Al evaluar la ropa, descubrí que esa elección era lo más cercano a lo que vería en mis tiempos modernos, además de que el tiempo de preparación sería menor.
Lulú hizo una señal silenciosa con la cabeza para que las demás se movieran e hicieran el trabajo de vestirme.
—¿Desea este color, señorita? —preguntó con cierto temor una de las doncellas que ya se acercó con un vestido. Parecía previamente pensado teniendo en cuenta mis elecciones anteriores.
Si no recordaba mal, ella se llamaba Miel. Como su nombre indica, su aura era dócil y tierno. Siempre tenía su cabello recogido en un moño alto, despejando toda su cara y afianzaba su rostro de un modo gentil.
Observé el vestido que me mostró, el color coral predominaba con una falda plisada que era larga hasta las pantorrillas. Tenía un cuello levantado con botones que iban desde el medio del cuello hasta el cinturón de perlas que había en la cintura. Sus mangas tres cuartos, abombadas con varias perlas sutiles incrustadas en los bordes brindaban la elegancia necesaria aunque estuviera en casa.
Di mi aprobación porque parecía bonito y fresco, perfecto para salir al jardín, hoy mi intención era conocer esos lados restantes de la mansión. Las doncellas rápidamente me vistieron como unas profesionales, cada una tenía su rol, una se encargaba del vestido, otra del maquillaje que en esa ocasión fue escaso y la última ayudaba a complementar el vestuario con joyas u otros accesorios.
Por supuesto, en ese proceso empleé también una de las estrategias recomendadas, y era pensar en otras cosas para que mi mente no se concentrara en los movimientos que se efectuaban a mi alrededor.
Así que pensé en el significado de lo que estaban haciendo las doncellas. Si quitaba mi post-trauma, todavía quedaría el rechazo de que me estuvieran sirviendo. Ya que mi visión del mundo venía de la época moderna, un lugar donde el ser humano se proclamaba autosuficiente y la protección venía por tu propia cuenta. Un lugar donde seguramente el setenta porciento hacía por sí mismo su comida, lavaba su ropa, limpiaba su propia casa y entre otras cosas domésticas que yo misma realicé.
Por lo que una mentalidad que venía independiente, probablemente se estresaría hasta la locura, al menos en lo que respectaba la intimidad, como sería vestirse por sí sólo que generalmente eso era privado.
En cambio, si entraba en la ecuación otras acciones que podrían ser molestas, lo que supondría cocinar, limpiar u otros quehaceres que implican esfuerzo, entonces la emoción y actitud se experimentaría diferente. Porque como el ser humano era una criatura interesante con tendencia a buscar su propia comodidad. No sería extraño que sintiera una ligera satisfacción en que me sirvieran, había una sensación de sentirse bien de solo mandar y que obedecieran sin rechistar a cosas pequeñas.
Aunque esas emociones surgieran, dominaba más la incomodidad y la conciencia removida al pensar que lo que ellas hacían, lo podía realizar perfectamente por mi cuenta. Sin duda era interesante esta perspectiva de la aristocracia, el cómo utilizaba a la servidumbre por cosas como esa, la historia relataba sobre aquellos tiempos y en la actualidad se podía ver por los lados europeos, incluso las series históricas te daban una noción de la realidad que vivían los verdaderos nobles con su personal de servicio. Sin embargo, nunca imaginé que lo viviría personalmente.
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El Secreto de mi Historia
Historical Fiction❖ En un Imperio donde la magia y la divinidad existe en conjunto, una larga historia se cuenta en sus gruesos libros... ¿pero si lo contado no fuera toda la verdad? ❖ [ Sinopsis completa en el interior ] × Portada provisional. × Capítulos mediano...