VIII

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Su esposa tenía un amante.

Esa era la única explicación por la que a pesar de que las cosas volverían a ser como antes o incluso mejores, ella siguiera saliendo todas las noches. Aunque, claro, ya no llegaba tan tarde y su ropa no resultaba tan provocativa como antes. Y su relación ciertamente había mejorado.

Ahora Felix llegaba temprano a casa, almorzaban juntos todos los días, paseaban y charlaban, casi como antes.

Todo había mejorado, pero Samantha seguía saliendo todas las noches. Estaban juntos en la cama viendo la tele, cuando ella le dijo que tenía que salir.

—¿Salir? Pero... ¿Por qué? Está haciendo frio y la película esta buena. Todos los días sales, ¿porque simplemente no llamas a tus amigos hoy y les dices que no vas? — Felix quería darle su espacio, no quería presionarla, si ella realmente tenía un amante, probablemente lo dejaría si el se pusiera a acosarla ahora.

—Lo siento, no puedo, Felix — por su cara podía decir que realmente lo sentía. Pero le resultaba increíblemente molesto vivir con aquella duda.

—Entonces, ¿porque no me llevas? — la siguió, mientras ella se terminaba de maquillar. —Puedo acompañarte, estaríamos juntos, no faltarías a tu compromiso y podríamos venirnos temprano. — su esposa le hizo un gesto al espejo y luego tomando su bolso se acerco a el.

—Realmente quisiera que fuera posible, pero hoy no se puede. Se me está haciendo tarde. —se acercó y beso sus labios. Tenía una expresión, casi de dolor en su cara. —Te prometo que apenas me desocupe, vuelvo. — salió de la habitación dejándolo allí, pensando que podría hacer.

Después de dudar unos segundos, tomo su chaqueta, la cartera y sus llaves y salió por la puerta, dispuesto a seguirla. Tenía que saber, de una vez por todas, que era lo que hacía su esposa todas las noches y lo más importante, con quien.

Acababa de entrar en el taxi, cuando su teléfono sonó. Al ver el número en la pantalla, dudo si debía contestar. Hacía semanas que no hablaba con Abi, pero ella tampoco había vuelto a llamarlo, quizá fuese una emergencia.

—¿Hola?... claro, ya voy para allá. — quizá fuese una mala idea, pero no perdía nada con intentar. Le dio al taxista la dirección del apartamento de ella y respiro profundamente.

Rivers

Los tacones la estaban matando, ni siquiera cuando estaba en la universidad le gustaba usarlos demasiado. Estaba totalmente agotada y ahora lo único que quería era ir a casa, con su esposo. Las últimas semanas habían sido total y completamente, perfectas. Felix era de nuevo, aquel esposo dulce y encantador, que siempre estaba preocupado por ella y con el cual podía compartir todo, sin importar que fuera. No había llegadas tarde, excusas para evitar almuerzos o cenas. Nada de llamadas, ni actitud sospechosa. Parecía que el episodio de el pelinegro, había quedado totalmente en el pasado.

En algunos momentos, sobre todo cuando estaba sola, Samantha recordaba aquellos días y sentía la rabia fluir en su interior, pero con el pasar del tiempo, la rabia y el rencor fueron desvaneciéndose, hasta desaparecer totalmente.

Lo único en lo que podía pensar ahora era en Felix, su amado Felix. El que la abrazaba y besaba dulcemente en las noches, el mismo que también la despertaba de forma apasionada y ardiente en las mañanas, el mismo, que sin importar que ella no hubiese vuelto a pronunciar frases de amor hacia el, le decía una y otra vez que la amaba, no solo con palabras, también con su cuerpo, con pequeños detalles, como dejarle notitas en el tocador o la cocina, o con las rosas, que iba a robar cada mañana, al jardín de las vecinas. El mismo, que la había hecho la mujer más feliz de la tierra durante cinco años y ahora volvió a hacerlo de nuevo.

Infiel  ──  riverduccionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora