PRISIÓN FEDERAL DE ALCATRAZ 1950
INVIERNO
DANZEL GALLAGHER.Habían transcurrido dos horas desde que presencié ese adorable sonrojo en las mejillas de Alex. Dos horas, y mis manos aún temblaban y sudaban como si fueran las de un adolescente experimentando su primer amor. Pero, ¿cómo podría ser de otra manera? Alex siempre había tenido ese efecto en mí, reduciéndome a un estado de euforia que ninguna droga podría igualar.
Me encontraba sentado en los comedores, una sonrisa imborrable plasmada en mis labios. Jugueteaba distraídamente con mi comida, sin el más mínimo interés en ella. ¿Cómo podría tener apetito cuando mi adorado jazmín inglés estaba sentado a apenas un par de mesas de distancia?
Mi mente no dejaba de dar vueltas, inundada de preguntas y posibilidades. ¿Estaría Alex pensando en mí de la misma forma en que yo pensaba en él? ¿Me miraría ahora con el mismo anhelo con el que yo lo observaba? O quizás... quizás ahora él ya estaba completamente enamorado de mí. Sí, eso tenía que ser. Era la única explicación lógica.
Y, francamente, ¿cómo podría ser de otra manera? ¿Quién en su sano juicio podría resistirse a un hombre hecho y derecho como yo? Mi porte era impecable, exudaba masculinidad por cada poro de mi piel, y mi atractivo era innegable. La prueba viviente de mi irresistible encanto estaba sentada justo a mi lado: Jack, quien llevaba todo este tiempo parloteando sobre alguna nimiedad a la que no me había molestado en prestar atención.
Observé a Jack por un momento, notando la forma en que sus ojos brillaban al mirarme, la manera en que se inclinaba hacia mí cada vez que hablaba. Era patético, realmente, ver cómo este pobre diablo seguía completamente idiotizado por mí después de una simple noche. Pero, ¿podía culparlo? Yo era, después de todo, la perfección personificada.
Volví mi atención a Alex, ignorando los balbuceos interminables de Jack. Mi jazmín inglés, mi otra mitad. Pronto, muy pronto, volvería a estar en mis brazos. Era inevitable. Porque, al final del día, ¿quién podría resistirse a alguien como yo?
Me levanté de la mesa, llevando conmigo mi charola y deje a Jack hablando solo. Caminé entre las mesas con determinación, mi corazón acelerándose con cada paso que me acercaba a él. Y ahí estaba, frente a mí, el objeto de mi deseo, la razón de mi existencia. Alex me miraba desde abajo con esos ojos color avellana que tanto adoraba, una mezcla de miedo y confusión en su expresión. Por suerte, ese lunático de Leonardo no estaba cerca; el muy imbécil seguía en la enfermería por tratar de separarme de Alex, MI Alex.
"¿Qué... qué haces aquí?" me dijo finalmente Alex luego de unos segundos de completo silencio.
"¿Cómo que qué hago aquí, mi amor?" respondí, mi voz suave como la seda. "Vengo a comer contigo. No puedes comer solo, ¿verdad?"
Dejé mi charola en la mesa y me senté frente a él, mis ojos azules fijos en los suyos. Lentamente, extendí mi mano hasta posarla sobre la suya.
"Danzel, por favor," susurró Alex, su voz tensa. "No hagas esto."
"¿Hacer qué, cariño? ¿Cuidar de ti?" Sentí cómo intentaba retirar su mano, pero la sujeté con más firmeza. "Sabes que es mi deber, mi privilegio."
Alex miró alrededor nerviosamente antes de volver a encontrarse con mi mirada. "Esto no está bien. Ya hablamos de esto. Lo nuestro... lo nuestro nunca existió."
"Oh, mi vida," sonreí, acariciando suavemente su mano con mi pulgar. "Sabes que eso no es cierto. Lo nuestro nunca terminará."
"Danzel, yo-"
"Escucha, he estado pensando," lo interrumpí, inclinándome más cerca. "Quizá debería hacer un par de cambios. Ya sabes, intercambiar uno de mis esclavos, digo, de los presos de mi celda y hacer que te lleven a la mía. Así podría tenerte para mí solo y, por supuesto, vivirías como un rey."
Alex parecía confundido, sus ojos se abrieron de par en par. "¿Qué? No, Danzel, no puedes hacer eso."
"Claro que puedo, mi amor. Por ti, puedo hacer cualquier cosa."
"No entiendes," Alex sacudió la cabeza, finalmente logrando liberar su mano. "No quiero eso. No quiero nada de esto."
"Pero Alex, piénsalo. Seríamos como reyes, tú y yo."
"No," dijo Alex, su voz firme por primera vez. Se levantó de su silla, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y repulsión. "Lo siento, Danzel, pero la respuesta es no."
Lo vi alejarse, caminando fuera de los comedores. No pude contenerme y grité tras él: "¡Piénsalo, mi amor! ¡Seríamos como reyes!"
No me importaba si los demás nos miraban y juzgaban. Yo me encargaría de borrar toda esa mierda de sus patéticas y cerradas mentes. Alex volvería a mí, era solo cuestión de tiempo.
Ni siquiera me molesté en perseguirlo. Lo dejé ir tranquilo y me dispuse a comer, saboreando cada bocado como si fuera un manjar exquisito. Quince minutos después, salí de los comedores con paso tranquilo, mi mente aún llena de imágenes de Alex.
Caminé hacia mi celda, perdido en mis pensamientos, cuando de repente me encontré frente a la celda de Alex. La curiosidad me venció y me asomé por un momento, solo para echar un vistazo rápido. Lo que vi hizo que mis ojos se abrieran de par en par y que algo en mi interior comenzara a arder.
Ahí estaba él, sin camiseta, haciendo ejercicios. Me tomé la libertad de mirarlo, de observar cómo sus músculos se flexionaban con cada movimiento, cómo el sudor recorría su piel bronceada, cómo su respiración se volvía cada vez más agitada. Era una visión que me transportaba a tiempos mejores, a noches interminables de pasión desenfrenada.
De repente, Alex se volteó. En un instante de pánico, me escondí rápidamente y caminé con prisa hacia mi celda, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Una vez dentro, me sentí a salvo, aunque una parte de mí esperaba que me hubiera visto. Después de todo, él es mi esposo. No debería molestarse si me descubre admirándolo, ¿verdad?
Decidí dejar pasar ese pensamiento. Me senté en mi litera y tomé mi libreta de notas. Era el momento perfecto para plasmar en papel lo sucedido, para dar rienda suelta a los pensamientos y emociones que bullían en mi interior.
Mientras la pluma se deslizaba por el papel, una frase comenzó a formarse en mi mente, una verdad universal que parecía capturar la esencia misma de mi existencia:
"El amor, en su forma más pura y destructiva, es como un fuego que consume todo a su paso. No conoce límites, no respeta barreras. Es capaz de transformar a un hombre en un dios o en un monstruo, todo en nombre de la obsesión que lo alimenta. Y en ese abismo entre la adoración y la locura, descubrimos hasta dónde puede llegar el alma humana en su búsqueda implacable del objeto de su deseo."
Releí la frase varias veces, sintiendo cómo resonaba en lo más profundo de mi ser. Sí, esto era amor. Esto era devoción. Y no importaba lo que tuviera que hacer, Alex volvería a ser mío.
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DESEO (obsesión vol. 2)
Teen FictionEn un mundo plagado de prejuicios y normas opresivas, Alex se encuentra sumido en un torbellino de emociones y dilemas atormentadores tras los impactantes y perturbadores sucesos desencadenados por Camila. Ahora, encarcelado y separado por unos poco...