Querida Marga,
Hoy estoy aquí para decirte que aquel día tenías razón. Solías tener razón en todo lo que decías aunque en su momento no lo entendiéramos y en muchas ocasiones nos efadaramos. Sé que es tarde para admitir esto, pero necesito hacerlo. También sé que me escuchas, que me oyes, porque aunque te hayas ido sé que estás justo al lado mío.
Me gustaría recordar juntas aquel día, aquella conversación, porque el día que cambió mi forma de pensar me encontraba con Bruno en la cocina. Desayunando, sin ninguna prisa, mantuvimos una larga charla entre hermanos, los dos queríamos salir de casa aquel día.
—Bruno, ¿a dónde te gustaría ir? —le pregunté, curiosa. Sin esperar respuesta continue—: ¡Decídete ya!
—Ojalá poder ir a casa de la abuela a comer esos macarrones tan ricos —dijo, finalizando la discusión.
Con solo una llamada a las doce de ese mismo día nos dirigíamos tú casa, nuestra abuela, Marga. Con mucha ilusión de verte y pasar tiempo contigo.
—¡Ahí vienen los soñadores! —dijiste, nada más vernos. Y añadiste—: Dejadme daros un fuerte achuchón.
La mañana transcurrió recordando anécdotas familiares, jugando a las cartas y riéndonos mucho. Pero tenía una duda que resolver aquel día y que mejor persona que mi abuela para dar la respuesta. Pues el futuro me inquietaba.
—Sol cariño, ¿por qué te da miedo el futuro? —preguntaste
—Me da miedo no conseguirlo, quedarme sin ello y vivir como una persona ordinaria. Quiero ser excepcional —contesté.
—Como nadie tiene una bola de cristal, la imaginación es el don que hay que utilizar. ¿Cómo te gustaría que fuese? —me dijiste, curiosa.
— Me gustaría que fuese exactamente como lo imagino, un novio rubio y guapo, un trabajo bueno donde sea la jefa y gane mucho dinero, unos hijos preciosos, una casa enorme con piscina y unos perros adorables —dije convencida.
—Cariño, que equivocada estás, lo que realmente debes desear es ser feliz y que tu entorno se encuentre estable y sano —concluiste con un tono un poco disgustado.
Me fui a casa recordando aquella larga conversación. La cual me había hecho reflexionar. ¿A qué te referirías realmente? ¿No estaba bien lo que deseaba? Con el tiempo me di cuenta de la enorme diferencia, de la que tenías razón. Ahora estoy aquí para admitir que lo que deseaba no era eso. Que tenías toda la razón del mundo cuando me dijiste que lo único que de verdad necesitaba era ser feliz, ese es el objetivo real.
Las cosas han cambiado mucho desde que te fuiste. Ya han pasado unos años, he crecido y he tenido la enorme suerte de poder acudir a la universidad. Por ello, mi vida y mi forma de pensar han cambiado por completo. No busco un chico guapo ni rubio, solo a uno que me trate bien y que me quiera tal y como soy. No quiero ser la jefa de ningún sitio, solo ser jefa de mi misma, que nadie tome decisiones por mí.
—¡Sabes abuela, —continué diciendo en voz alta. Y añadí—: Vivo en una caravana con vistas al mar!, ¡que irónico verdad!
No entendí hasta que te perdí que estar sano es lo más importante y lo principal. Fue un impacto fuerte para toda la familia pero realmente no hay mal que por bien no venga. Todos con esta situación nos hemos unido y hemos aprendido a valorar las cosas. Hoy estoy aquí años más tarde para agradecerte toda esta gran lección tan necesaria.
Crecer no es como imaginé ni como me gustaría que fuese, pero gracias a tí, hoy sé que la vida es como tú decidas vivirla. En gran parte eres tú mismo quien decide ser feliz y no me había dado cuenta de pequeña con nuestras conversaciones, pero ahora sí, ahora soy capaz de comprenderlo. Gracias por seguir enseñándonos desde el cielo.
Te tengo muy presente abuela, te quiero,
Paula.
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Ojalá
Short StoryUna nieta recuerda un preciso momento con su abuela. En su momento no lo entendió pero llega años más tarde a contarle a su abuela que ahora sí lo comprende.