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Maldita sea.
Austen Leigh murmuró mientras escribía su propuesta de tesis. Estaba absolutamente emocionada de que finalmente se graduaría en su terrible carrera de cinco años. En realidad, nunca quiso ser ingeniera química, pero para obtener el legado de su madre, su tío abuelo fue el doctor Emmett Brown, un inventor y científico muy conocido allá por los años 80.
Se dice que solo fue reconocido con el Premio Nobel cuando murió. Sus inventos también son populares hasta la era moderna. Su hermano mayor, Conrad Greyson, era microbiólogo y profesor en una prestigiosa universidad. Sus padres la presionaban para que ingresara a la escuela de medicina o fuera científica, pero luego eligió ingeniería química.
Estaba totalmente frustrada con la creencia de sus padres sobre seguir honrando el legado o el orgullo de tener hijos inteligentes y bien conocidos en el campo científico.
La universidad era otra razón para estar frustrada. Los plazos de entrega eran rápidos y las expectativas de los profesores hacia sus estudiantes. Hay veces en las que Austen quería cambiar de curso pero sus padres la amenazaban.
Austen enterró su cara en su computadora portátil. Miró su reloj, eran las tres de la mañana. Su propuesta de tesis estaba a la mitad de camino y su primera clase era a las siete. Agarró su taza y bebió el café restante. El café hizo efecto y ella continuó escribiendo pero podía sentir que sus párpados se cerraban como si estuvieran manchados con miel espesa. Había sido su segundo día sin dormir bien.
Austen bostezó profundamente y se permitió descansar por un minuto, sus ojos miraban el marco de fotos al lado de su computadora portátil. Era una foto de su abuela; ella sólo tenía cinco años. Estaban en un restaurante en Hill Valley, Austen estaba sentada en el regazo de su abuela mientras ella bebía su Pepsi. Austen extrañaba ir a Hill Valley con su abuela, pero su horario se volvió frenético cuando ingresó a la universidad.
Austen tomó la foto; su abuela Emma le dio una infancia maravillosa. Austen estaba muy agradecida de tener a su abuela. A pesar de que parte de su infancia fue una mierda, a ella no le importaba un bledo.
Austen estiró los brazos y comenzó a escribir. Después de unas horas de escribir, decidió dormir para poder descansar un momento.
Cuando estaba a punto de rendirse, de repente su teléfono sonó. Austen gimió y rápidamente agarró su teléfono. Respondió:―Hola, mamá. ¿Por qué llamaste?
Austen bostezó profundamente y sus ojos se llenaron de lágrimas.
―Austen, ¿cómo va tu tesis? ¿Te vas a graduar este año?
Austen puso los ojos en blanco. Su madre la llamaba durante los últimos meses para preguntarle si se graduaría a tiempo y también para asegurarse de que no se retrasaría.―Mamá. me graduaré. Estás mucho más nerviosa que yo.
―Solo queremos que te gradúes a tiempo.
Austen sonrió. Bostezó de nuevo y su madre añadió:―Sé que tendrás una semana de vacaciones, tengo un favor que pedirte.
―¿Qué es?
―Tú y Conrad se van a Hill Valley. Necesitamos vender lo que queda de la propiedad de tu difunto tío abuelo.
Austen abrió mucho los ojos. No podía creer lo que oía, su abuela no querría vender la propiedad de Doc Emmett Brown, siempre le decía cuando era joven que era el único recuerdo que tenía de su difunto hermano.
―Mamá, no puedes hacer esto. Sabes cuánto lo conservaba la abuela Emma.
―Lo sé, Austen, pero es hora de venderla. Nadie vive allí y el terreno cuesta mucho dinero.
Austen se enojó. No podía creerlo.
―Mamá, estamos hablando de la abuela Emma. ¡No hagas esto!
―Sé que discutirás conmigo, Austen, pero no tengo otra opción. Ya firmé los papeles para vender el resto de la propiedad.
Ella misma podría haberse roto, pero lo que Austen no podía imaginar es el dolor que su abuela por el recuerdo restante de su hermano amado.
―¿La abuela sabía sobre esto?―preguntó.
―Si.
―¿La persuadiste?―Austen se estaba enojando con su madre.
―No. Tu abuela insistió en esto.
Austen no pudo hablar por un minuto, así que su madre le dijo:―Conrad te recogerá en tu dormitorio la próxima semana.
Austen colgó el teléfono. No podía creer que su abuela insistiera en ello; siempre supo que era muy valioso para ella. Pero parecía que su abuela necesitaba dejar atrás el pasado.
Volvió a mirar la foto donde estaba sentada en el regazo de su abuela. Recordó claramente que ese día su abuela le contaba sobre Doc Emmett Brown y Marty Mcfly. Las historias de su abuela la fascinaban.
Austen sonrió y deseó quedarse atrapada en ese momento.
