Prólogo

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"He soñado con pintar estrellas tan grandes que quienes me vean, al mirar al cielo, se sientan felices, pensando que no están solos". - Vincent Van Gogh

En el vasto lienzo del universo, donde las estrellas danzan al compás de antiguas melodías cósmicas, una joven descubrió un fenómeno tan deslumbrante como efímero: el amor. Como si una supernova hubiera estallado en lo más profundo de su ser, ella se vio envuelta en un torbellino de emociones que solo podían ser expresadas a través de la poesía.

Cada mirada, cada suspiro, cada roce de sus manos parecía tejer constelaciones en el firmamento de su corazón, convirtiendo a su amado en un astro radiante que iluminaba su existencia con una luz desconocida. En sus versos, la chica plasmaba la grandeza y la belleza de aquel amor, recordándolo como un fenómeno astronómico: majestuoso, imponente y eternamente inalcanzable.

Pero como las estrellas destinadas a arder con intensidad antes de desvanecerse en la oscuridad del vacío, el destino de ella y la persona que creía su universo estaba marcado por sombras que amenazaban con eclipsar incluso el brillo más intenso. A medida que el tiempo transcurría inexorablemente, los vientos del cambio comenzaron a soplar, llevando consigo promesas rotas y sueños desvanecidos.

Aunque los poemas de la joven seguían cantando la melodía eterna de un amor perdido en los confines del universo, la triste verdad se revelaba ante ella: nada termina bien en el firmamento de los corazones rotos. Y así, entre las ruinas de lo que una vez fue un amor celestial, ella aprendió que incluso las estrellas más brillantes pueden apagarse en la negra noche del olvido.

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