Capítulo 1: El peso de las palabras no dichas

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El peso de estas palabras no dichas me ha estado presionando durante años, una pesada carga que he llevado en silencio, con miedo de dejarlas ver la luz del día. Sin embargo, aquí estoy, finalmente lista para derramar mi corazón, para dejar al descubierto las emociones que me han estado consumiendo, incluso cuando he tratado en vano de dejarlas de lado.

Durante los últimos cuatro años, he estado albergando sentimientos profundos por una persona que se ha convertido en un elemento fijo en mi vida, alguien a quien he conocido e interactuado durante lo que parece una eternidad. Nuestra historia es una red enredada de momentos compartidos, bromas divertidas y la molestia ocasional, una montaña rusa de conexión y desconexión que me ha dejado eufórica y devastada al mismo tiempo.

Mientras estoy sentada aquí, mirando la pantalla en blanco, puedo sentir el dolor familiar en mi pecho, un latido sordo que sirve como un recordatorio constante de mi amor no correspondido. Es un dolor al que me he acostumbrado, que se ha convertido en parte de mi existencia diaria, como un miembro fantasma que nunca desaparece del todo.

La raíz de este dolor radica en la constante comprobación de mi teléfono, el ciclo interminable de enviar mensajes y esperar, a menudo en vano, una respuesta. Me encuentro consumida por la necesidad de comunicarme, de mantener algún atisbo de conexión, incluso cuando las respuestas de la otra persona se vuelven cada vez más mediocres. Es como si estuviera agarrándome a un clavo ardiendo, tratando desesperadamente de aferrarme a algo que nunca fue realmente mío.

La ironía es que sé que la otra persona suele estar en línea, activa y comprometida con el mundo, pero de alguna manera ajena a mis constantes intentos de comunicarme con ella. Veo las señales reveladoras de su presencia (una publicación en las redes sociales, una actualización de estado, una breve respuesta al mensaje de otra persona) y mi corazón da un salto, solo para hundirse una vez más cuando me doy cuenta de que mis propios mensajes han sido relegados a la pila cada vez mayor de ecos digitales, perdidos en el éter.

Esta danza del amor no correspondido se ha estado desarrollando durante años, una rutina tortuosa de la que me he encontrado incapaz de escapar. He tratado de seguir adelante, de centrar mi atención en otra cosa, pero la atracción de la presencia de esta persona en mi vida siempre ha sido demasiado fuerte. Se ha convertido en un elemento fijo, una constante en mi mundo, y la idea de dejarla ir, de cortar esa conexión, me llena de una sensación de pavor que apenas puedo articular.

Y así, he permanecido, atrapada en este limbo, atrapada entre el deseo de expresar mis verdaderos sentimientos y el miedo al rechazo. La idea de dejar mi corazón al descubierto, de arriesgar el frágil vínculo que compartimos, me ha parecido demasiado para soportar. Pero ahora, mientras estoy sentada aquí, el peso de estas palabras no dichas se ha vuelto demasiado pesado para seguir soportándolo.

Sé que debo dar un salto de fe para finalmente dar voz a las emociones que me han estado consumiendo. Es una perspectiva aterradora, que me llena de inquietud y dudas sobre mí misma. Después de todo, ¿cómo puedo, con mis defectos e inseguridades, tener la esperanza de ser digna del afecto de alguien que parece estar tan fuera de mi alcance?

Sin embargo, mientras lucho con estas dudas, un rayo de esperanza parpadea dentro de mí. Tal vez, solo tal vez, exista una posibilidad de que mis sentimientos sean correspondidos, de que la persona que tanto amo pueda verme de una manera que solo me he atrevido a soñar. Es una posibilidad que me emociona y me aterroriza al mismo tiempo, una espada de doble filo que ahora debo decidir si aprovecho o no.

Mientras respiro profundamente y comienzo a escribir, sé que me estoy embarcando en un viaje que cambiará para siempre el curso de mi vida. Estoy decidida a lograrlo, ya sea que me lleve a la realización de mis deseos más profundos o a la destrucción de mi corazón. Durante demasiado tiempo, he permitido que estas palabras no dichas me agobiaran y me impidieran vivir de verdad. Ahora es el momento de dejarlas volar y ver adónde me pueden llevar.

Corazones no expresados: una melodía agridulce de amor no correspondidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora