Sunset

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El calor abrasador se introducía en cada poro de mi piel. Hacía tiempo que había perdido la cuenta de cuánto rato llevábamos caminando bajo el sol. Deseaba con todas mis fuerzas que entre la frondosa vegetación, cada vez más cerrada, apareciera aquella playa que buscábamos con ansias.

Como si de un deseo concedido se tratase, vi aquella arena blanca, que conducía directamente al mar, el cual estaba algo agitado.
Eché a correr, adelantando a todos mis amigos en el camino. Lancé las cosas donde pude y me metí directamente al agua. Sentí como mi cuerpo se relajaba y poco a poco mi respiración se fue ralentizando.

Las olas impactaban contra mi ser y me permití cerrar los ojos. A los pocos segundos miles de recuerdos invadieron mi mente por completo. Recordé mi infancia en Menorca, lo mucho que me divertía practicando todos los deportes existentes que tuviesen relación con el mar. Los ojos se me llenaron de lágrimas y una ola de nostalgia azotó mi cuerpo. La sentí mucho más fría y, a pesar de no ser real, había dejado una huella mucho más profunda en mi interior.

El ruido a mi alrededor me sacó de mi ensimismamiento. Martin y Ruslana estaban en medio de una lucha por ver quién ahogaba al otro primero, mientras Juanjo los miraba desde una distancia prudencial. No sé cómo acabamos los cuatro envueltos en una guerra de agua en la que era imposible salir ileso. Nuestras risas rebotaban por los huecos de la cala de tal forma que parecían la banda sonora de cualquier película con final feliz.

De pronto se hizo el silencio, ya no había alegría, ni risas. Sólo se podían ver caras de sorpresa y de incredulidad. Todos salieron del agua a paso lento, como si no se acabasen de creer lo que estaban viendo. Sin embargo, yo me quedé inmóvil, congelada. Era incapaz de moverme, y a medida que aquella silueta se iba acercando sentía que me faltaba más el aire. Notaba como me hundía poco a poco, a pesar de estar flotando involuntariamente.

Martin y Ruslana fueron los primeros en correr hacia ella. Se aferraron a su cuerpo como si de un tesoro se tratase, y en verdad sí que lo era. Era el tesoro más valioso que había visto en mi vida.

Con paso lento y cauteloso Juanjo se acercó a la chica. Le agarró la cara con ambas manos y pellizcó sus mofletes un par de veces, creyendo que estaba soñando. Eso provocó que aquella muchacha soltara una carcajada, que inmediatamente penetró mis oídos. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y, aunque estuviese rodeada por agua fría, una calidez que me resultaba demasiado familiar me atravesó de arriba a abajo.

Las miradas de Ruslana estaban posadas sobre mí. Notaba como se sentía impotente, sin saber muy bien cómo actuar ante esta situación. No la culpaba, yo tampoco lo sabía. Tenía a la mujer de mi vida frente a mis ojos, después de tantos años, y era incapaz de descifrar por qué mi corazón latía de esa forma tan desbocada.

Sus ojos de color café chocaron con los míos. Una sonrisa se dibujó en su rostro y, lo cierto, es que yo no había parado de sonreír desde que apareció, aunque no fuese consciente de ello.

Me animé a salir del mar, sabiendo que mis piernas podrían fallarme en cualquier momento por lo mucho que me temblaban. Tenía un cosquilleo en el estómago, como si cientos de mariposas estuviesen revoloteando sin control.

La vi correr hacia donde yo estaba. De un segundo a otro se abalanzó sobre mí e intuitivamente cerré los ojos, aferrándome a su cuerpo como si mi vida dependiera de ello.
La había extrañado tanto que se me hacía impensable tenerla de nuevo entre mis brazos. Su colonia inundó mis fosas nasales, y recordé todas aquellas veces en las que le dije que me encantaba su olor.

Nos separamos un poco para mirarnos a los ojos y la volví a sentir, volví a sentir aquella conexión, como si el tiempo no hubiese avanzado. Suspiré. Pensaba que había pasado página, pero lo cierto es que Violeta siempre tuvo un gran impacto en mí.

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⏰ Última actualización: Aug 09 ⏰

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