Portal a lo desconocido

84 52 9
                                    

La Cacería Salvaje se acercaba. El retumbar de cascos y el chirriar de armas resonaban, aumentando la tensión. Ciri, con una voz cargada de desesperación, rompió el silencio:

—La Cacería Salvaje va a encontrarnos.

Geralt, sin vacilar, respondió con determinación:

—Podemos hacerlo, solo no te alejes.

La joven de cabello blanco, con la vista fija en su mentor, reveló su plan:

—Vamos a luchar juntos. Los haremos retroceder lo suficiente para que pueda crear un portal y escapar.

—¿Por qué no lo haces ahora? —preguntó Geralt.

—Porque ya están aquí...

A lo lejos, se vislumbraban las siniestras figuras de los caballeros de la Cacería Salvaje. Sus armaduras negras eran imponentes y sus espadas, tan afiladas como la muerte misma. Geralt y Ciri, en perfecta sincronía, desenvainaron sus espadas. Sabían que esos seres oscuros no venían a hablar; venían a raptar a Ciri.

Geralt se colocó frente a su protegida, como un padre dispuesto a proteger a su hija a toda costa. La batalla comenzó con una ferocidad desbordante. Los caballeros de la Cacería Salvaje atacaban sin piedad, y aunque Geralt y Ciri luchaban con valentía, sentían cómo la sombra de la muerte se cernía sobre ellos.

Con la situación volviéndose desesperada, Ciri tomó una decisión drástica. Gritó con todas sus fuerzas:

—**Dimentsio arteko ataria**!

Un portal azul se abrió ante ellos. Geralt, confiado en que la retirada estaba cerca, continuó luchando. Pero de repente, un fuerte empujón lo lanzó al otro lado del portal. Aturdido, se levantó rápidamente y gritó:

—¡¿Qué diablos estás haciendo?!

Ciri, con una sonrisa triste, respondió mientras el portal comenzaba a cerrarse:

—Eres la única esperanza. Perdóname, padre.

El portal se cerró, dejando a Geralt en un lugar desconocido. Al otro lado, Ciri enfrentó a la Cacería Salvaje con una determinación feroz. Aunque superada en número, luchó con cada fibra de su ser. Sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano; los enemigos eran abrumadores. Ciri cayó, exhausta y herida, hasta perder el conocimiento.

Mientras tanto, Geralt maldecía su suerte. Estaba perdido, en un bosque verde y hermoso, lejos de la desolación habitual de sus tierras. Caminó por un sendero bien cuidado, sintiendo que el lugar era extraño, diferente a todo lo que conocía.

A lo lejos, divisó imponentes castillos dorados, cuya majestuosidad lo dejó sin aliento. Llegó a unas enormes puertas, donde un guardia con una armadura dorada le advirtió:

—Ni un paso más, forastero.

Desarmado y sin opciones, Geralt fue escoltado por soldados hasta un majestuoso palacio. Dentro, un hombre amable, que se presentó como Leyder, consejero de la realeza, lo invitó a tomar asiento y le ofreció frutas como si fuera un invitado distinguido.

De repente, la atmósfera se volvió tensa. El amuleto de lobo de Geralt vibraba intensamente. Las puertas del salón se abrieron con grandiosidad, revelando a un caballero con una armadura de plata resplandeciente y un manto azul que acentuaba su presencia imponente.

—Bienvenido al Reino del Sol, forastero. Soy BaronChyster, caballero de la luz solar. Es un placer.

BaronChyster: La Venganza Lunar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora