El pingüino con alas.

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LESLEY — N0 30.

• La sala se inundó con el clamor de gritos, peleas descontroladas y llantos desgarradores. La señora Paty me observaba con tristeza, mientras las lágrimas caían incesantes por sus mejillas. La desesperación estaba presente; si no interveníamos, era casi seguro que la criatura no era la única que podía exterminarnos, sino también nosotros mismos. Agarré el bate que había encontrado en el patio, junto al viejo árbol que parecía ser el único espectador de nuestra disputa. Regresé a la sala con el corazón acelerado. Mis ojos se posaron en el número 14, quien se había puesto de pie en medio del tumulto. Sin vacilar, le di un golpe contundente en la cabeza, actuando para hacer algo. Era el sospechoso principal en todo esté embrollo, al menos desde la perspectiva de la mayoría. La única forma de poner fin a este caos era enfrentando al que parecía ser la "rata", el número 14, el único que aún tenía fragmentos de memoria en medio de toda la confusión. Quizás número 9 tenía razón, después de todo... El silencio en la sala se volvió denso, como si el aire se hubiera vuelto pesado de repente. Todos se quedaron inmóviles, sus miradas estaban fijas en el cuerpo de 14, que yacía en el suelo, inconsciente por el golpe que yo misma le había dado. El sonido de la respiración entrecortada de James, el número 55, rompió la quietud mientras se incorporaba lentamente, dejando de golpear a 9.

—¿Qué demonios has hecho? —me preguntó James, su voz era baja, estaba como cargada de una ira contenida que amenazaba con estallar en cualquier momento.

— Número 9 tiene un buen punto. —Respondí. Sentí el peso del bate en mis manos, bajé la mirada, permitiendo que mis rizos ocultaran el miedo que empezaba a asomarse en mis ojos. —14 es el único que recuerda algo, y eso lo convierte en un blanco fácil.

—¿De qué estás hablando? —dijo 55, su ceño estaba fruncido reflejaba la confusión en él. —¿Crees que 14 habría salvado a 20 si él fuera quien nos metió aquí? —Su tono se volvió más desafiante.

El silencio en la sala se volvió impresionante mientras todos observaban a 14, que yacía en el suelo, recuperando la conciencia lentamente. Cuando abrió los ojos, lo primero que notó fue la intensidad de las miradas clavadas en él, cargadas de sospecha.

—¿Qué… qué está pasando? —murmuró, con la voz aún ronca por la inconsciencia, mientras intentaba incorporarse.

Me acerqué lentamente, el bate aún en mis manos, sin apartar la vista de él. Su reacción no me convencía; parecía más preocupado por nuestras expresiones que por el hecho de haber sido golpeado.

—No te muevas, 14. —Le ordené. Sus ojos, que antes mostraban confusión, ahora reflejaban como si estuvieran alerta de lo qué fuera a suceder.

— Todos estamos atrapados aquí sin recordar quiénes éramos, qué hacíamos. Pero tú… tú eres el único que recuerda haber sido doctor, el único que actuó como si supiera lo que hacía cuando salvaste a 20. — Dijo alguien a mis espaldas.

14 permaneció en silencio, su mandíbula tensándose. Sabía lo que estábamos insinuando, y su postura lo delataba: estaba a la defensiva.

—¿Por qué tú? —intervino 77, su voz era temblorosa por el miedo que se propagaba como un virus entre nosotros. —¿Por qué solo tú recuerdas algo tan específico? Si en verdad eres uno de nosotros, ¿por qué esa memoria te volvió tan claro?

—Es verdad. — Añadí. —Todos estamos en blanco, pero tú no. Nos dices que eres un doctor, que sabes cómo salvar vidas. ¿Cómo podemos confiar en ti? Podrías estar mintiendo, dándonos la información justa para ganarte nuestra confianza… o para manipularnos.

—Esto no tiene sentido. —replicó 14, su voz resonando con calma, cómo siempre lo había hecho. —No elegí recordar. Simplemente ocurrió, y salvé a 20 porque pude. No significa que esté detrás de esto.

La última ronda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora