La mansión.

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JULIÁN — N0 14.

• La fría luz de la mañana se filtraba a través de aquella ventana. Desperté con un peso en el cuerpo y una confusión abrumadora. No sabía cómo había llegado allí. Sentí un cosquilleo en mi piel y, al mirar mi brazo, vi un número marcado.

— Catorce...

A mi alrededor, otros también despertaban, todos con la misma mirada desconcertada.
Y el pánico se hizo presente.

— ¿Qué demonios es ésto? —. Escuché decir a unos pocos centímetros de mí, era una chica de cabellos rizados, tez apiñonada y unos enormes ojos color miel.

— ¿Y crees que nosotros vamos a saber? Niña estúpida —. Replicó otra voz con desdén. — Esto debe ser algún tipo de broma. ¿A caso fuiste tú?— Señaló a un jóven que comenzaba a despertar.

— No señor. — Respondió él, su voz temblaba de inseguridad.

Examiné mi entorno durante un rato, dando pequeños pasos mientras las voces confusas de otros se escuchaban a lo lejos. Me dirigí hacia una ventana imponente; a través de ella se extendía una visión vasta y tranquila: el césped verde vibraba bajo el sol, y los árboles frutales se mecían suavemente con el viento. Era un lugar inmenso y bello, pero me preguntaba: ¿por qué estaba aquí?

Me acerqué a unas enormes escaleras que parecían llevar a otra parte del edificio. Apenas toqué el primer escalón, escuché una voz a mis espaldas.

— Oye, tú. ¿A dónde crees que vas? — preguntó el mismo hombre que había cuestionado si esto era una broma. — ¿Te crees muy listo?

No respondí y me alejé de las escaleras, con las manos hundidas en los bolsillos y la mente llena de confusión. Sentía las miradas de todos clavadas en mí, y el silencio que se apoderó del lugar me envolvió en una angustia creciente.

— ¿Por qué estamos aquí? ¿Y qué significan estos números? — preguntó una chica con voz temblorosa.

— No lo sabemos — replicó alguien desde el fondo del grupo. — ¿Alguien recuerda cómo llegó aquí?

La respuesta fue un coro de "No" rotundos. Ni siquiera yo podía recordar algo claro.

— Tenemos que encontrar una salida — dijo una mujer de unos 45 o 50 años que se destacó entre la multitud. Llevaba un vestido largo con flores, un mandil y unos zapatos viejos que parecían aún más desgastados por su nerviosismo. Sus ojos reflejaban un miedo profundo, y tocaba sus manos con frecuencia, como si intentara calmarse. Su piel, arrugada y seca, parecía contar historias de preocupación. En su mano, se podría ver el número 33. — Debo volver por mi hija y mi nieto, ellos me están esperando. Por favor, busquemos juntos una salida.

— Claro, encontraremos una salida — dijo la chica de los ojos color miel con una voz llena de "esperanza". La mujer de edad avanzada le sonrió, un gesto cargado de alivio y gratitud, y ambas se tomaron de la mano con un leve temblor, como si ese simple contacto pudiera ofrecerles un rayo de esperanza en medio de la incertidumbre.

Me preguntaba si realmente creían que podrían escapar de este lugar. Había veinte personas aquí, cada una con un número asignado al azar. ¿Por qué estaríamos todos reunidos bajo estas circunstancias? No podía sacudirme la sensación de que algo malo, se escondía detrás de todo esto. La idea de que estuviéramos en algún tipo de reality show o de que todo esto fuera una broma elaborada me resultaba cada vez más improbable. La realidad se sentía más inquietante. Sin embargo, decidí mantener mis pensamientos en silencio. La preocupación y el miedo se estaban apoderando de mí, pero en ese momento, mis palabras no harían más que añadir caos a una situación ya de por sí desesperada.

La última ronda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora