LEYLA STERNE
Mis manos se tambalean y soy incapaz de controlarlo.
Lo odio.
Estoy demasiado nerviosa y creo que nunca me han temblado tanto las extremidades como hoy.
Quisiera maldecir mentalmente toda la situación pero sería pecado. No puedo hacerlo.
Perdóname, padre.Deslizo los dedos sobre las teclas del piano y ni siquiera suena como de costumbre. Se escucha más como un camión descompuesto o una explosión nuclear. Yo qué sé.
El peso en mi pecho me aturde.
Es terrible. Lo bueno de esto es que, tal parece que nadie en la misa se ha dado cuenta de lo horripilante que suena. De igual forma, no puedo enfocarme cuando los ojos de todos están en mí. Específicamente y aún más, los de la familia Clinton.
Como si quisieran atravesarme la piel con su mirada.Es sofocante.
La canción termina y una sensación abrumante me llena de inicio a fin hasta las puntas de mis pies. Los aplausos de todos me golpean los oídos y, por primera vez quisiera no escucharlos.
Quisiera poder salir corriendo de la iglesia.
Mi padre me da una palmada en el hombro para avisarme que él cerrara el culto. Bajo del taburete y camino hacia la parte trasera de la iglesia.
Necesito aire.
La tela de mi vestido negro se mueve al compás de mis pasos, como si bailara por cada vez que avanzo. Viajo por el pasillo que da al jardín trasero y apenas la brisa acaricia mi rostro, la tensión sale de mi cuerpo como una ola inundando el océano.El crujido del césped al ser pisado por mis zapatos me llena de una extraña tranquilidad. En ocasiones me invado de naturaleza y me pregunto cómo será ser totalmente libre. Correr por un campo verde sin parar, sin rumbo alguno y simplemente liberar todo aquello que oprime tu alma.
Mi cabeza se llena de pensamientos calmantes cuando respiro el aire fresco. También analizo todo lo que ha pasado estas últimas semanas. Es ahí cuando Simon aparece en mi mente como si alguien me hubiese golpeado la cabeza con un bate.
Creo que eso estaría mejor.
No lo he visto desde que me acompaño a casa la otra vez. Y hoy no ha venido a la iglesia.
Dijo que sí lo haría.
Probablemente ha pasado encerrado en su casa como una extraña clase de ermitaño o algo así y simplemente dijo que vendría para salir del paso.
No quiero darle muchas vueltas porque el solo pensar en él me hace revolotear el estómago. Su aura misteriosa y demasiado masculina. Como si una nube negra e intimidante caminase detrás de él todo el tiempo. Esos ojos oscuros que solo reflejan peligro, y esa voz rasgada y fuerte, son detalles que tengo demasiado bien impresos en mi mente.Me asusta, pero también me llena de curiosidad. De todos modos, no creo volver a verlo en la misa. Detalle que, hablando de ello, me ha hecho sentir fatal.
No lo conozco, y lo he juzgado horrible. Terriblemente mal. Seguramente, me odie o crea que soy una niña malcriada y solo me acompaño la otra vez a casa por puro compromiso.No obstante, la última vez que hablamos—él hablo más que yo, porque estaba tan nerviosa que apenas podía modular dos palabras—, no se veía molesto.
"¿Quieres que te muestre todo lo que te estás perdiendo?"
Me estremezco al recordar lo que dijo y el tono de su voz en ese entonces.
Imagino como se sentirá escucharlo decir o susurrar otro tipo de cosas con esa voz profunda. Y...Niego con la cabeza ante cualquier pensamiento indebido que venga antes de pecar.
Poso mi peso sobre la pared de la iglesia a la vez que cierro mis ojos dejando al aire fresco besar mi piel. Debo esperar al menos unos quince minutos más, la misa habrá terminado y mi final empezaría.
No quiero pensar mucho en eso, por lo que me dedico a despejarme.
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Forgive Me
RomanceDonde la verdad es el camino a la salvación, Leyla Sterne, una devota mujer criada en las estrictas creencias de su iglesia, se ve desafiada cuando Simon Romanov, un enigmático ex-militar, llega al pueblo. A medida que su encuentro florece, se desp...