Un pequeño hilo de luz iluminaba a Boscha mientras sentía que su cabeza estaba a punto de estallar.
—Ahg... ¿Qué sucedió? —preguntó, intentando recuperar la compostura.
—¡Boscha! ¿Estás bien? —gritó Amity, acercándose para ver cómo se encontraba su amiga.
—Yo... sí, supongo. ¿Qué pasó? —respondió, aún más confundida.
—Estabas a punto de anotar un punto y terminaste resbalando, cayendo de cabeza al suelo. Llevas durmiendo unos 15 minutos; creí que ya te habías muerto —dijo Amity en tono de broma.
La chica de cabello rosado se limitó a reír y tomó la mano de su amiga, quien intentaba ayudarla. Esto siempre sucedía en los partidos; alguien terminaba herido por la intensa competitividad.
Ambas se dirigieron al grupo de chicas de su equipo, que empezaron a bombardear a Boscha con preguntas para asegurarse de que se encontraba bien y que no era necesario llevarla a la enfermería.
Boscha sonrió, tratando de tranquilizarlas.
—Chicas, de verdad estoy bien. Solo fue un pequeño traspiés —dijo, frotándose la cabeza mientras se ponía de pie. La risa nerviosa se convirtió en alivio colectivo al ver que no había consecuencias graves.
Amity, aún preocupada, la miró con seriedad.
—Pero necesitas tener más cuidado, Boscha. Cada vez que haces esos movimientos, me asustas. No quiero perder a mi mejor amiga por un partido —sus palabras eran sinceras, y Boscha pudo ver la preocupación en sus ojos.
—Lo sé, lo sé —respondió Boscha, dándole un ligero codazo—. Pero este es un juego, ¿no? La adrenalina es parte de la diversión.
Las chicas del equipo comenzaron a reír y a bromear, disipándose la tensión.
—¡Vamos, Boscha! ¡No te quedes ahí! —gritó una de las chicas, lanzándole el balón. Boscha lo atrapó al vuelo y, con una sonrisa en el rostro, se preparó para reanudar el juego.
Siguieron jugando hasta conseguir remontar el partido a un 13-14, logrando así la victoria. Contentas, comenzaron a celebrar el merecido triunfo, incluso después del accidente.
Entre festejos, la pelirosa vio de reojo cómo sus padres la llamaban felices por lo que había logrado.
Boscha se sintió inundada de una mezcla de emoción y orgullo al ver a sus padres. Sus sonrisas radiantes y gestos de aprobación la llenaron de energía. Era un momento que siempre había esperado, una oportunidad para demostrar que, aunque a veces se caía, siempre se levantaba más fuerte.
—¡Miren, mamá, papá! ¡Lo logramos! —gritó, agitando el balón en el aire mientras sus compañeras la rodeaban, vitoreando en celebración.
Sus padres se acercaron; su madre la abrazó con fuerza, mientras su padre la levantaba del suelo en un gesto juguetón.
—¡Estamos tan orgullosos de ti, Boscha! —exclamó su madre, con lágrimas de felicidad brillando en sus ojos—. Has trabajado muy duro para llegar aquí.
—¿Y qué tal ese "traspiés"? —bromeó su padre, guiñándole un ojo—. Tal vez deberías considerar unas clases de ballet para mejorar tu equilibrio.
Boscha se rió, sintiendo cómo la alegría del momento la envolvía.
—¡Nunca! —respondió con una sonrisa desafiante—. Prefiero seguir siendo la jugadora que se lanza por el balón, aunque eso signifique caer de vez en cuando.
La celebración continuó mientras el equipo se reunía alrededor de Boscha y sus padres, compartiendo historias del partido y riendo sobre los momentos más divertidos. Las risas resonaban en el campo, y el espíritu de camaradería se sentía en el aire.
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Un último partido
De TodoLa historia sigue a Boscha, una joven apasionada por el deporte, que experimenta un accidente durante un partido de su equipo. A través de un viaje emocional, Boscha navega entre la alegría de la victoria y las sombras de un pasado doloroso. La tram...