Capitulo II: 19 Años

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DERECK







A mis 19 años, había llegado a aceptar que mi vida no era realmente mía. Todo estaba trazado por alguien más, alguien que esperaba que yo siguiera un guion perfecto. Pero lo que esos planes no preveían es que, aunque me veía obligado a seguirlos, lo hacía a mi manera, con una indiferencia y rebeldía que sabía irritaban a Robert.

Desde que me inscribí en la facultad de Derecho, he vivido con el sargento que es mi padre. No es que no pudiera con la presión, más bien es que me molestaba profundamente saber que mi vida estaba siendo dictada por su deseo de mantener intacta la reputación de los Collins. La idea de pasar mis días defendiendo a criminales de cuello blanco en uno de los bufetes más prestigiosos de Los Ángeles no me provocaba ni un mínimo de emoción. Lo único que sentía era un creciente resentimiento hacia Robert por empujarme en esta dirección.

Aún recuerdo la primera vez que me habló de ello. Tenía 16 años, recién había terminado un partido de fútbol en la preparatoria. Estaba eufórico, acabábamos de ganar, y mis amigos y yo planeábamos celebrarlo. Pero ahí estaba él, esperando fuera del vestuario, con ese aire de superioridad que siempre llevaba puesto.

—Dereck, tenemos que hablar —me dijo, como si fuera lo más natural del mundo arruinar mi momento.

Y así comenzó la presión. Desde entonces, cada conversación giraba en torno a lo mismo: las leyes, la universidad, el bufete. Era como si todo lo demás en mi vida no importara. No importaba que fuera el capitán del equipo de fútbol, o que tuviera mis propios intereses. Lo único que veía en mí era su futuro sucesor, alguien que continuara con su legado.

Madeline, por otro lado, intentaba hacer de mediadora, pero a mí siempre me pareció que simplemente estaba intentando quedar bien con él. Nunca me tragó su papel de la buena esposa que se preocupa por el hijastro problemático. Sabía que detrás de su perfecta fachada de editora exitosa, estaba una mujer que quería molestarme. Pero no importaba cuánto lo intentara, siempre chocábamos.

Esta noche, como muchas otras, estaba en mi habitación, tratando de ignorar el pesado silencio que llenaba la casa. Robert y Madeline estaban abajo, probablemente discutiendo sobre algún tema irrelevante . Miré el montón de libros sobre derecho que había en mi escritorio y sentí un impulso de mandarlo todo al diablo. ¿Por qué debería importarme? Todo ese mundo de leyes y litigios me resultaba asfixiante.

Pero sabía que no podía escapar tan fácilmente. Robert tenía una manera de hacerme sentir que no había opción. Y Madeline, con su paciencia infinita y sus intentos fallidos de acercarse, solo complicaba las cosas. A veces, pensaba que, si ella no estuviera, tal vez mi relación con mi padre sería menos tensa. O tal vez eso solo era una excusa que me daba para justificar mi rechazo hacia ella.

Tomé mi teléfono y llamé a uno de mis amigos de la universidad. No necesitaba mucho para convencerme de salir. Cualquier cosa era mejor que quedarme en esta mansión que se sentía más como una prisión dorada.

—¿Qué pasa, hermano? —dijo James, uno de los chicos de la fraternidad, al otro lado de la línea.

—Nada, necesito salir. ¿Qué tienen planeado? —pregunté, tratando de que mi voz no revelara la frustración que sentía.

—Hay una fiesta en casa de Nicole. Ya sabes cómo se ponen esas —respondió con una risa.

—Perfecto, voy para allá.

Colgué sin pensarlo dos veces y me puse la chaqueta. Estaba listo para otra noche de desahogo, otra noche para olvidarme de las expectativas y responsabilidades que pesaban sobre mis hombros. Mientras bajaba las escaleras, Madeline apareció en el umbral del salón, con esa expresión que mezclaba preocupación y desaprobación.

ATRACCION PELIGROSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora