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Veronica.
Eran las 7 de la mañana cuando mi celular comenzó a sonar. Al principio pensé que era una alarma, así que solo apreté el botón y volví a dormir. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no era eso, ya que no dejaba de sonar. Al tomarlo, vi que era una llamada, aunque ni siquiera me fijé en quién llamaba.
—¿Qué quieres? —respondí, irritada. No era una persona mañanera, y menos cuando no había dormido casi nada.
—Regina me quiere matar.——
—¿Qué? —fue lo único que logré decir al escuchar eso—. ¿De qué hablas, Emma? No mames, son las 7 de la mañana; mi mente no está carburando aún.
—Regina está ocultando algo, te lo digo en serio. No ha dejado de sabotearme en todo lo que hago; incluso me acusó de robar unos documentos de Henry e Isabella. —Hubo un silencio antes de que continuara—. Volví a la cárcel.
—¿Emma, otra vez? ¿Sigues ahí? ¿Quieres que vaya a sacarte? —pregunté, genuinamente preocupada, mientras me levantaba de la cama—. ¿Qué fue lo que robaste ahora?
—No, no. Estoy bien; los niños me sacaron... bueno, no los niños, o sea... en parte sí, pero... —Se trababa al hablar.
—A ver, espera. ¿Dices que te sacaron los niños? —Ahora sí estaba muy confundida, aunque no tanto como para sorprenderme. Si ya se habían robado una tarjeta de crédito para encontrarnos antes, no dudaba que pudieran hacer algo similar para sacar a Emma de ahí.
—¡No! Mierda, ellos le contaron a su maestra, y por alguna razón ella confía en mí. Me sacaron del lugar donde estaba quedándome porque "no aceptan ladrones".——
—¿Y dónde te estás quedando ahora? No me digas que en tu carro.——
—Al principio sí, pero su maestra, Mary Margaret, me dio alojamiento en su casa, así que actualmente vivo con ella. Pero necesito que vuelvas, Verónica.——
—Ay, Emma...
Habían pasado al menos dos semanas desde que había vuelto de StoryBrook. Pasé dos días con Quackity antes de regresar a Monterrey y retomar los streams.
—Por favor... —noté desesperación en su voz.
—Veré qué puedo hacer. Sabes que tengo mi trabajo aquí, Emma. Déjame ver los vuelos y hablar con mi hermano.——
—Eres la mejor. Gracias, Verónica.
Y así terminó la llamada, la más extraña de todas. Que alguien te despierte diciendo "me quieren matar" no es precisamente la mejor manera de empezar el día.
Miré la hora en el reloj de mi habitación; eran las 7:20 de la mañana. Aún era muy temprano, así que decidí dormir un poco más antes de pensar en cualquier cosa. Como dije, en las mañanas simplemente no funciono.
