Capítulo 1

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"Recuerden que es importante llevar con ustedes una sombrilla este fin de semana, el pronóstico del tiempo nos dice que caerán fuertes lluvias y posible granizo en la zona norte del estado, tome sus precauciones."

Si hubiera escuchado el hombre de la radio del microbús, no estaría pasando por esto.

Cierro tras de mi la puerta de mi apartamento, exhausta y empapada, llena de lodo hasta los talones, me quito los zapatos y la ropa mojada dejándola por un lado, no iba a dejar mi rastro de agua y lodo por el piso, apenas y tuve tiempo para limpiarlo esta mañana. Así que, quedando solo en ropa interior, corro tan rápido como mis piernas me permiten hacia al baño, rezando por tener algo de agua caliente, o por lo menos, que la vecina de abajo haya dejado algo de agua. Tomo por el camino un cambio de ropa limpia que mantengo guardada en una de las cajoneras del baño, entro a la ducha y giro la manilla de la regadera y los chorros de agua impactan contra mi cara, suspiré con alivio, aún salía tibia.

Vivo en un complejo de apartamentos muy pequeños, donde entre dos viviendas compartimos un solo tanque de agua, y, mi compañera, la señora Rosa ama regar sus plantas, lavar las paredes, la ropa, las cortinas, trapear los pisos y dejar que sus dos nietos laven sus motocicletas fuera del edificio, todo el mismo día, los sábados. 

Así que me di una ducha rápida, mis ojos pesaban, sentía mi cuerpo como si apenas pudiera mantenerse de pie.

Y todavía me faltan las lecciones de francés...Y lavar la ropa que tenía en el recibidor...Y cenar.

Suspiré y cerré la llave del agua, me enjaboné completa y terminé la ducha, me sequé, cepillé mi cabello, me puse la ropa que había entrado, una pijama completa, apenas para este clima tan alocado, por fin salí del cubículo. Después de tomar la ropa mojada, de lavarla por separado y ponerla en un par de ganchos dentro del baño, decidí ir a la cocina, a buscar algo para picotear un rato antes de la cena, pero, para mi decepción, no traje frituras del super en esta semana, no sabía que tan alto tendría el recibo de la luz después de la compra de mi máquina de tatuaje, (que, para mi gran suerte, apenas y había salido un poco más alta).

Subí al banquito de la cocina y alcancé el tarro de café de la parte superior del refrigerador, que claramente no tiene café, tiene mis ahorros, el dinero que me va quedando de las cuentas o lo que dejo libre para mis gastos, tomo un billete de cien pesos y de un salto me dirijo a mi habitación, un pequeño cuarto donde apenas cabía mi cama, un par de muebles de almacenamiento para mi ropa y un librero, dentro de la pequeña cajonera de mi lado derecho encuentro mis botas de hule, me las pongo y tomo las llaves de la casa, mi teléfono celular y por supuesto, un paraguas. Estaba bajando las escaleras cuando noté que, de nuevo, nos hemos quedado sin luz en el pasillo, así que apresuré el paso, le temo a la oscuridad y digamos que el cielo nublado y la lluvia a las seis de la tarde no ayuda, en absoluto. Cuando salgo del edificio abro la sombrilla y comienzo a caminar por la acera, rodeando los charquillos que se formaron con la tormenta, que seguirían creciendo probablemente durante toda la noche.

En la esquina de mi casa había una tienda de autoservicio, un poco más grande que una tienda de abarrotes, pero mucho más pequeño que un supermercado,

Lo bueno que mañana no voy a trabajar.

Y se suponía que hoy tampoco, pero me convenía ese pago de horas extras para el enganche de la compra de mi casa, estoy a unos cuantos miles de pesos para dejar este asqueroso y problemático vecindario. Camino un poco más mientras escucho el golpeteo de las gotas, intentando caminar lo más rápido que pueda sin mojarme, no me voy a bañar de nuevo, tardo un poco más y finalmente llego, a pesar del clima, el establecimiento tenía movimiento de varias personas, por aquí, por allá.

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