Todo Pasa Por Algo

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Siete de mayo a las 2:45a.m., iba caminando de vuelta a los departamentos donde vivía con unos compañeros.

Mis pies cubiertos con unos delgados calcetines y zapatos de oficina pisaban la acera mojada, gotas de lluvia cayendo en mi espalda, logrando atravesar mi sudadera con capucha.

Iba doblando la esquina, pasando por un abarrotes. Era una señal de que estaba cerca, por lo que dejé de prestar atención a la calle a mi lado y saqué mi teléfono de mi bolsillo.

Empecé a escribirle a un par de personas; a mi madre, para decirle que la amaba. A mi padre, para decirle que lo perdonaba. Por último, al que compartía departamento conmigo, Oliver, para decirle que estaba a punto de llegar.

Mientras escribía este último mensaje, escuché que un automóvil se avecinaba, por lo que dejé de caminar e intenté cubrirme. Había un gran charco de agua al lado de la banqueta, y sabía perfectamente que, debido a mi mala suerte, seguramente iba a ser víctima de este auto.

El pecho se me cayó a los pies cuando escuché el supuesto carro frenar enfrente mío. Me paralice. Era una van, cuya puerta fue abierta enfrente mío antes de que pudiese tan siquiera correr. Grité con horror cuando una mujer me arrastró dentro de la van, tenía la cara tapada con una máscara y enfrente de ella había un hombre sosteniendo una jeringa.

Lo último que recuerdo, fue haber sido sedado.

MALDITO SHOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora