03. Médico.

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Era un día cálido, pero se sentía bastante frío.

Doyoung se abrazó a si mismo mientras veía el agua de la regadera caer en sus pies. Llevaba aproximadamente diez minutos bajo el agua helada y no lograba detener su llanto.

Extrañaba su antigua vida. Quería regresar a casa y continuar con sus estudios universitarios, no ser el esposo perfecto de alguien que ni siquiera lo quería ver. Ni siquiera había pensado en la posibilidad de un matrimonio a su edad, estaba demasiado enfocado en abrirse un camino propio dentro del mundo, apartado de un apellido que le obligaba a actuar conforme todo el mundo esperaba.

No puede mentir, realmente rogó porque lo casaran con John antes que nadie más, todo porque creyó que el sería capaz de comprender que no lo estaba haciendo con una mala intención. Estaba tratando de sobrevivir dentro de un mundo donde era considerado una mercancía la cual vender al mejor postor.

Su madre solía decirle que su belleza era digna de ser exhibida en cualquier museo de renombre, sin embargo, su padre se encargó de hacerle saber que, al igual que una obra de arte, sería vendido para que otros pudieran admirarlo, pero que solo su dueño podría tocarlo y hacer con el lo que quisiera.

Creció escuchando eso.

No es como que su mente vaya a cambiar de opinión de un día a otro, menos con la realidad en la que estaba viviendo.

—Llevas media hora ahí —la voz de John lo trajo de vuelta a la realidad, haciéndolo limpiarse las lágrimas de inmediato, incluso si este no podía verlo. —¿Vas a salir o tendré que esperar otra media hora?

Cinco minutos después, Doyoung se encontraba fuera, con una bata de baño y su cabello mojado. No tenía ganas de discutir, desde hace días se encontraba sensible y agregarle peleas sería como detonar la bomba.

—No es propio de ti el no discutir conmigo —dijo John, deteniendo a Doyoung con su mano. —¿Estás enfermo acaso?

—Ver tu cara me enferma —Doyoung evitó la mirada del mayor. —Quítate.

Pero John era terco, al igual que su padre, así que lo acorraló, impidiendo que avanzara en dirección a su habitación.

—Vas a ir a llorarle a tus padres y después los míos me van a regañar. Resulta que estoy bastante cómodo ahora como para soportar sermones de media hora sobre como ser buen esposo.

—John, por favor —pidió en voz baja. —Quiero ir a descansar, no me voy a quejar con nadie, pero déjame en paz.

Ambos se observaron a los ojos, había una delgada línea invisible entre el odio y las ganas de besarse. John fue el primero en caer dentro de su propio juego, acercándose para dejar un beso sobre el hombro descubierto del pelinegro.

Doyoung desearía dejar de ser tan débil ante cualquier muestra de cariño. Desearía poder gritarle en la cara lo sínico que era al alardear sobre lo mucho que amaba a Chittaphon, para después llegar a su hogar y querer manejarlo a su antojo con tal de obtener lo que se creía merecedor. 

Despertó al día siguiente entre las sábanas de la habitación de su esposo, solo y con frío. El sentimiento de vacío no era algo raro, siempre aparecía después de una noche donde se dejaba llevar por su cuerpo y no la mente.

Muchas veces intentó ser más fuerte que los demás, negarse a las cosas que le pedían, pero fue educado de una buena manera, a según ojos de los mayores que le rodeaban, sin la autoridad necesaria para decidir sobre algo tan propio como lo era su vida amorosa y con quien casarse.

Solo agachaba la cabeza e intentaba mantener ese porte de esposo perfecto. De nuevo, todo habría salido bien si tan solo John tuviera la decencia de fingir mínimamente que lo apreciaba y respetaba como esposo, pero no, el idiota era un terco que prefería dejarlo como un tonto antes que aceptar un acuerdo entre ambos.

Angels Cry  | JohnTen-JohnDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora