un final y un nuevo inicio

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CAPÍTULO 1
























En una casa Humilde sin mucho lujo.

podemos ver a un joven durmiendo en un sofá, el joven era un tanto flaco, con cabello marrón algo despeinado.

podemos ver a un joven durmiendo en un sofá, el joven era un tanto flaco, con cabello marrón algo despeinado

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(Este sin más)

El joven parecía estar apunto de despertar, cuando de pronto alguien tocó su puerta.

*toc*toc.*

El joven no parecía tener ganas de a levantarse, hasta que escuchó la voz del que tocó la puerta.

¿¿¿¿: seño se que está hay, salga y reciba su paquete.

El joven abrió los ojos preguntándose cómo diablos el cartero sabía que el estaba hay.

Con pereza se levantó del sofá y camino hacia la puerta.

Al abrirla lo único (y último) que vio el joven fue una enorme escopeta frente a sus cara, antes de que su cabeza fuera volada en pedazos.

El joven abrió los ojos con algo de miedo, pero lo único que que podía ver era oscuridad total.
El joven no tardó mucho en entrar en pánico, comenzando a gritar sin control.

El joven: ¡haaaaaaaaaaaaaa!

El joven gritó por unos cuantos minutos más, hasta que una luz se encendió frente a el, cortesía de una lámpara encima de un escritorio.

El joven miró la lámpara con sorpresa, antes de darse cuenta de que en vez de un infierno interminable (cosa que el joven esperaba) el estaba dentro de lo que parecía ser una ¿oficina?.

La cara del joven no mostraba más de sorpresa e incredulidad, hasta que se dio de algo, el no estaba solo.
Frente a el detrás del escritorio sentado en una cómoda silla de oficina estaba la cosa más orrible y aterradora que había visto, un oficinista.

El joven no tardó mucho en entrar en pánico (otra vez) y empezar a gritar de puro terror ante el todo poderoso trabajador de oficina.

El joven: ¡HAaaaaaaaaaaaaa!

El joven no parecía dejar de gritar, por lo que el oficinista un paciencia y mucha cuidado le dio un muy amable y necesario puñetazo directo en la cara.

El joven se agarró la nariz con dolor y miró al oficinista que lo miraba con gracias, el joven iba a hablar pero fue interrumpido por el oficinista.

Oficinista: no grites o te pateo lo huevos.

Al escuchar esto el joven tragó sus palabras y espero a que el oficinista hablara (cosa que no hizo).

5 horas después.

El joven no habló en todo ese tiempo por miedo y parecía que el oficinista tampoco tenía ganas de hablar, solo miró al joven todo ese tiempo.

El joven no aguantó más de el silencio y la mirada del oficinista por lo que intentó hablar.

un nuevo kriptoniano en DCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora