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La tarde lluviosa era relajante y el mejor compañero de una taza de café mientras estás sentado trabajando. Bueno, conversando con una guapa rubia en Tinder.
En su último cumpleaños que fue hace unos nueve meses y pico, su mejor amiga Jennie le había regalado tres cosas: un boxer con dibujos de capibaras, un nintendo y un perfil de Tinder a su nombre. Lo único bueno, el nintendo.
—¿Entonces cuando nos veremos en persona? —murmuré mientras escribía los mismo en mi celular.
[Roseanne Park] ¿Videollamada?
Revise su perfil por quinta vez antes de contestar. Roseanne Park, una mujer de mundo, empresaria joven Intermedia con una edad de 27 años, soltera, sin hijos, con dinero, con metas, lesbiana, y activamente salvaje.
Su mujer ideal.
No negaría que desde que comenzó hablar con ella y revisó sus fotos en su perfil esa cabellera rubia y esos trajes a medida la volvieron loca de deseo. Cada noche era un viaje astral a sus mayores sueños húmedos con la Australiana.
[Lalisa Manobal] Muero por verte.
Solo esperaba que no sea un viejo verde usando el perfil con fotos falsa, porque en ese caso tendria que preguntar de donde las sacó.
[Roseanne Park] Creeme que no tanto como yo nena. Tengo que volver al trabajo, ¿8pm?
[Lalisa Manobal] Perfecto.
Salí a correr un par de vueltas para liberar la tensión, cuando regresé ya eran las seis de la tarde y necesitaba enviar algunos documentos a mi jefe. Las horas se fueron volando y cuando salí de un relajante baño para alistarme, ya eran las 7:40pm.
Revolvi todo mi armario para buscar un conjunto lindo y seque mi cabello lo más rápido que pude. Entré a la aplicación de Tinder y me encontré con una Roseanne ya activa, un link de meet entregado hace menos de un minuto y yo aquí sin siquiera encender la cámara.
[Lalisa Manobal] Dame cinco minutos.
En el tiempo estimado ya estaba lista, me senté en la silla de mi escritorio y abrí el link con los dedos temblando hasta que terminó de cargar.
Mierda, era tan guapa como las fotos mostraban.
—Lalisa, soy Roseanne Park. Un gusto.
益
Ya había buscado en internet si era normal sentirme así, quererla besar sin poder besarla, tocarla sin poder tocarla. Dios se me ponía la piel de gallina cada vez que la veía.
Cinco meses de videollamadas y con una hora de ver su perfecto rostro eran más que suficientes para acelerar mi pobre corazón.
Sabía que Roseanne no era una simple empresaria, era la jodida vicegobernadora superior del Banco de Corea. Su mejor amiga había sido quien también le creó una cuenta de Tinder, nunca lo había abierto hasta que por curiosidad al escuchar que su secretario se volvió pareja de un chico que conoció en la app, le llamó la atención. Nunca había tenido alguna pareja, nunca había visto algo más que una amistad en alguien.
