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Si con acertadas deducimos que sin inútiles.
– No hay de qué. Cambiando de tema el director la solicita en rectoría así que por
favor –me hace una seña para que salga.
– Si señor.
Me levanto de mi lugar y camino con rumbo a la dirección, me toma unos minutos
en estar frente a la puerta de la misma, tocó suavemente la puerta con mis
nudillos y un "pase" se escucha del otro lado.
Entró en la oficina, sigue igual a como la recordaba; el director me hace una seña
para que tome asiento y continúa hablando por teléfono unos segundos más antes
de colgar y fijar su atención en mí.
– Señorita Collins, es un gusto tenerla en nuestras instalaciones nuevamente –
sonrió ante lo dicho y de antemano se lo que viene a continuación–. Sé que estar
aquí de nuevo requiere mucha fuerza de voluntad para usted y aprecio ese hecho.
– Muchas gracias director -siento un gran alivio recorrer todo mi cuerpo al
escuchar esas palabras y no las típicas que he venido escuchando desde hace
meses.
– También deseo felicitarla porque, aunque se encontraba en un momento muy
difícil para usted, mantuvo sus calificaciones a pesar de tomar clases en línea por
lo cual me tomo el atrevimiento de agruparla con nuestro nuevo estudiante para
que lo guía en el proceso de formación de este último año escolar –me informa y
me remuevo en mi asiento incómoda, esto no me lo esperaba.
– ¿Y con quién estará Isabella? -indago con la esperanza de que se cambie de
opinión.
– Ella hará grupo con el mismo chico con que terminó el año pasado debido a su
ausencia –argumenta y maldigo para mis adentros por ello.
– ¿Y quién sería mi compañero? –cuestionó y antes de que pueda recibir
respuesta tres toques en la puerta resuenan por el lugar.
– Acaba de llegar –me mira alegre y algo dentro de mí me dice que no me va a
gustar en lo absoluto–. Pase.
El sonido de la puerta siendo abierta llega a mis oídos seguido de unos pasos que
se quedan a una corta distancia de esta.
– Con permiso –su voz es tan ¿varonil, hipnótica?, no lo sé.

Me volteo para verlo directamente y cuando mi mirada se cruza con la suya una
extraña sensación me recorre completamente y el pensamiento de que lo he visto
antes me aborda, sin embargo, no logro descifrar de donde o cuando.
– Señor Cooper es un gusto tenerlo con nosotros, señorita Emma Collins –desvía
la mirada del chico hacia mi–. Le presento al señor Rusher Cooper –el
mencionado extiende su mano en mi dirección.
– Un gusto –besa el dorso de mi mano derecha y extiende la suya a la espera de
un apretón con la mía.
Ese nombre, ¿Dónde lo he escuchado antes? Sus ojos azules me observan
curiosos, como si quisiera saber que hay en mi cabeza o que estoy pensando en
estos momentos.
– ¿Rusher? –pregunto sumergida en mi mundo, donde intentó recordar qué
relación aguarda ese nombre conmigo que su sola mención me provoca irritación.
– Sí, ese es mi nombre –afirma y es todo lo que necesito para saber la razón.
«¡Rusher! Vámonos, no quiero estar aquí», él es el imbécil que me tumbo en la
playa y no le importo ni un poco.
Clavo mis ojos en los suyos intentando indagar si tan siquiera me relaciona con
aquel incidente o tan solo siente la necesidad de disculparse por interrumpir mi
paz y tranquilidad, pero lo único que encuentro es una mirada de inspección
viéndome de pies a cabeza con detenimiento. Aprieto su mano de mala gana por
una mini fracción de segundos.
– Bueno chicos ya pueden regresar a su salón –nos indica el director y antes de
que pueda tomar el pomo de la puerta habla–. Señorita Collins, espero que se
lleve bien con el señor Cooper ya que sería una pena lo contrario tomando en
cuenta de que deberán trabajar juntos hasta graduarse y señor Cooper usted
recibirá un pequeño tour antes de integrarse con los demás.
¡Maldición!

*Flashback
Las olas golpean con fuerza la orilla mojando los dedos de mis pies, la brisa
acaricia mi rostro y baila mi cabello a su antojo. Centro mi vista al frente
admirando la inmensidad del mar, la infinitud que lo construye en su totalidad.
Dejo de abrazar mis rodillas y colocó las palmas de mis manos en la arena,
haciéndolas lentamente puños percibiendo sus pequeñas partículas moldearse a
mí mano. El fresco de la tarde me cautiva a seguir un rato más aquí, sentada en la
ribera del mar para sentir esta paz que me aborda cada que vengo.
Los recuerdos vividos con mis padres me aturden tan rápido y de manera tan
fascinante que pierdo la noción del tiempo por un momento. Era en esta playa
donde más solíamos venir para pasar tiempo juntos y crear recuerdos para toda la
vida, vida que perdió sentido sin ellos.
Transcurren los segundos casi minutos cuando siento la necesidad de volver a
casa. Me levanto, le echó el último vistazo al mar y antes de que pueda voltearme
un cuerpo choca con el mío enviándome de cara al agua.
¡Maldición!
Disgustada, enojada y con la frustración a mil, giro mi rostro en busca del
causante de dicho desastre y lo único que soy capaz de ver es su espalda amplia.
Goteando agua por mi cuerpo, cabello y rostro me pongo sobre mis pies con la
intención de gritarle a la cara hasta que ardan mis pulmones.
-¡Rusher! –exclama para llamar su atención–. Vámonos, no quiero estar aquí -grita
la chica que se encuentra a unos cuantos pasos de nosotros y que hasta ahora
veo antes de que pueda hablar.
El chico cuyo nombre es Rusher sin inmutarse un poco ante mí caída, camina
hacia la chica la toma entre sus brazos para besar sus labios y seguir caminando
por la playa como si nada hubiese pasado, como si no hubieran interrumpido mi
momento de paz y tranquilidad.
Fin de flashback*
Imbécil, eso es.

Promesa Oculta +19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora