Camino a paso apresurado, sintiendo sus pasos detrás de mí a una distancia
prudente y requerida entre ese idiota y mi persona. Estoy por pisar el primer
escalón de las escaleras cuando siento su mano moldear y cerrarse en mi muñeca
deteniendo mi proceder.
Rechino mis dientes y me volteo para hacerle ver con mi mirada el desprecio que
me produce su tacto o tan solo su cercanía en mi espacio personal, pero aquellos
ojos azules se clavan en los míos y de alguna manera, no sé cómo me hipnotizan
por un instante haciéndome olvidar mi objetivo principal.
¡Maldito!Trato de apartar mi piel de la suya moviendo en repetidas ocasiones mi brazo,
pero su agarre se intensifica y avanza un paso en mi dirección. Me mantengo en
mi posición sin retroceder un solo paso, si piensa que con eso me va amedrentar
se equivoca y mucho. Avanza nuevamente quedando a escasos centímetros de
mí y su aroma amaderado embriaga mis fosas nasales casi al instante,
provocando que cierre los ojos brevemente.
Cuando reacciono de tal idiotez y los abro lo primero que veo es una sonrisa
burlona tirando de sus labios, zafo mi muñeca de su agarre y lo empujo tan lejos
como me es permitido. Intento seguir con mi camino al salón, pero su brazo se
envuelve alrededor de mi cintura atrayéndome hacia él y acorralándome en la
pared; lo miró desafiante y al mismo tiempo con todo el odio que puedo sentir por
todo el mundo.
– ¿Qué carajos pasa contigo, imbécil? –espeto molesta, no molesta no, furiosa por
su cercanía.
– ¿Cuál es tu rabia, bonita? –intenta acariciar con la yema de sus dedos mi rostro,
pero lo esquivo-. Ni siquiera me conoces y ya te caigo mal, que divertido será
trabajar contigo.
– Si fueras un tanto educado las cosas no serían así, es más me atrevo a decir
que intercambiar palabras contigo no sería tan molesto para mi –lo miro con mis
ojos inyectados en rabia–. Si no hubieses sido un completo idiota ese día que me
tumbaste en la playa te aseguro que ni tomaría en cuenta tu existencia.
– Así que tú eras esa chica con la que tropecé y que no le di importancia –en sus
labios se dibuja una sonrisa–. Ya decía yo que ese aroma dulce que desprendes
se me hacía familiar.
Acerca su rostro al mío, mirándome fijamente y baja su cabeza hasta el espacio
que queda entre mi hombro y cuello aspirando mi fragancia profundamente.
Su acción me produce asco y fastidio.
– ¿Qué haces idiota? –cuestionó mientras intento apartarlo.
– Esa peculiar esencia con notas de vainilla, ámbar y rosas –vuelve a posar su
brazo en mi cintura, pegándome a su cuerpo–. Tan característica de ti, ¿No es así,
bonita?
– ¿Qué te importa, imbécil? –cuestionó irritada.
Me remuevo incontables veces, tratando de soltarme de su agarre; mis manos en
su pecho empujándolo con toda la fuerza que tengo, sin embargo, no retrocede ni
medio centímetro.
– Ese día en la playa no me importaba en lo más mínimo ayudarte a levantar, eras
afortunada por el simple hecho de chocar conmigo como para tener que fingir que
me importaba –esboza una sonrisa de oreja a oreja–. ¿Por qué tanto fastidio por
una estúpida caída?
– ¡Déjame en paz, infeliz! –grito exasperada y con el enojón el mil.
– Lamento informarte que eso no será posible -su mano libre toma mi barbilla
obligándome a verlo directamente-. Algo me dice que estaremos tan cerca como
sea posible el uno del otro, bonita.
– Ni en tus sueños –golpeó su entrepierna con mi rodilla.
Su rostro demuestra genuina confusión, su agarre pierde intensidad, lo cual
aprovechó para escabullirme y subir casi corriendo las escaleras que me dejan en
el pasillo que me conduce al aula correspondiente. Antes de tocar la puerta, pego
mi espalda en la pared y tomó varias bocanadas de aire con la intención de
normalizar mi agitada respiración, una vez tranquila mis nudillos hacen contacto
con la madera de la misma y segundos después la abren.
No soporto su cercanía, me fastidia el solo hecho de pensar que respira el mismo
aire que yo, pero al mismo tiempo y por razones totalmente desconocidas para mí,
sus cielos me deleitan. Es como ver una guerra entre estas dos sensaciones que
por obvios motivos gana el fastidio.
***
Me terminó de vestir, observo mi aspecto en el espejo y sonrió orgullosa de mi
elección. Toma la gorra negra con aros y la deslizó en mi cabeza completando mi
outfti, agarró el bolso sobre mi cama, verificó que este todo y me encaminó a la
salida.
Cuando estoy a unos cuantos pasos de lograrlo sin que nadie pregunte para
donde voy, la voz de Lucía la mujer de mi tío resuena en mis oídos.
– ¿Para dónde, Emma? –me giro sobre mis talones dándole la cara.
– Voy al centro comercial -me mira con desconfianza–. Es que un chico me invitó y
ya sabes.
Bajo la mirada buscando que en ella se vea como nerviosismo o pena cuando en
realidad no lo es.
– Está bien, vuelve temprano –finjo una sonrisa de oreja a oreja y levantó la
mirada.
– ¡Gracias! –sonríe ante mi falso entusiasmo.– Anda, no lo hagas esperar.
Retomo mi andar hacia la salida con una sonrisa victoria que segundos después
se esfuma al recordar que Damián me dijo que hoy estaría ocupado y aunque no
lo estuviese los empleados de mi tío lo conocen así que él no era una opción. Ni
modo una vez allí, veré a quien utilizo para deshacerme de ellos y convencer a
Patricio de que no voy a insistir en hablar con el señor Williams.
Iré dos pasos más adelante que ustedes tío.
Tomo un taxi y en cuestión de segundos ya estemos a una cuadra del centro
comercial, miro mi teléfono por enésima vez en busca de un mensaje del abogado,
pero no hay nada lo que me hace suponer que todo está en marcha.
– Por favor déjeme en el parqueadero subterráneo –pido y el conductor asiente
mientras sigue con la vista al frente.
El auto se detiene justo donde le pedí, pago el servicio y bajo del carro sin esperar
los vueltos. Miro el reloj en mi muñeca y faltan dos minutos, apresuró el paso y
subo al ascensor, presiono el botón para que suba y antes de que las puertas se
cierren el señor William aparece bien cubierto para que no lo reconozcan.
Ya reunidos, presiono el botón que hace detener w ascensor y lo miro antes de
aclarar mi garganta y hablar.
– Gracias por venir.
– Dígame señorita Collins, ¿Qué necesita? cuestiona al instante.
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Promesa Oculta +19
Teen FictionLa vida puede cambiar en cualquier momento, de eso Emma tiene toda la certeza. Perdió a sus padres en un abrir y cerrar de ojos, cuando menos se lo espero y desde entonces todo cambió. Su alma está rota, pide una explicación lógica para tal perdi...