Eran aproximadamente las 6:00 am. Max, como siempre, tomaba su desayuno tranquilamente. Era un día como cualquier otro. Después de terminar, se puso de pie, tomó su chaqueta de color azul y negro, y procedió a bajar los escalones del comedor.
-Qué dolor... -soltó un suspiro con pesadez-. No vuelvo a seguirles la corriente -se quejó.
Sus dos amigos, aún recostados sobre los sofás, rieron levemente.
PJ fue el primero en abrir los ojos por completo, a diferencia de Bobby. PJ tenía jornada laboral a temprana hora ese día.
-Eres un exagerado, Max -replicó el pelirrojo. Se sentó al borde del sofá, frotó sus ojos suavemente con las manos, se colocó las pantuflas y se dirigió a la cocina.
-No tengo ni la menor idea de cómo soportas zamparte un bowl entero de nachos junto a una botella de alcohol -Max se acomodó el uniforme de oficial, volvió a suspirar y continuó-. Bobby, te veo en la comisaría, no llegues tarde.
Max salió de la casa con la misma seriedad con la que intentaba tomar su nuevo trabajo en la comisaría. Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos por ser un oficial responsable, sus dos amigos siempre lograban meterlo en situaciones absurdas.
Mientras Max cerraba la puerta, Bobby se giró en el sofá, aún medio dormido, y murmuró algo que sonaba como un "sí, jefe" entre risas soñolientas.
PJ, que ya estaba buscando algo en la nevera, sonrió al escuchar a Max dar sus últimas órdenes antes de salir. "Oye, Max," gritó desde la cocina, "¡intenta no arrestar a ningún anciano por caminar demasiado lento, ¿vale?!"
Max, que ya estaba fuera de la casa, no pudo evitar sonreír. "Eso fue una vez, PJ, y la abuela tenía cara de sospechosa," bromeó mientras se subía a su vieja moto. "Nos vemos."
Al arrancar la moto, la vibración del motor apenas encubría las risas de PJ que salían desde la ventana. "Oye, Max, ¡no te olvides de traer donas!"
Max hizo una mueca mientras se alejaba, pensando que algún día sus amigos tomarían las cosas tan en serio como él... aunque, siendo sinceros, esperaba que ese día nunca llegara.
Llegó a la comisaría con tiempo de sobra, pero al cruzar la puerta, su jefe, el Sargento O'Hara, lo saludó con un bufido. "Max, ¿dónde están las donas?"
Max puso los ojos en blanco. "No vine aquí a ser el chico de los mandados, Sargento."
O'Hara soltó una carcajada. "No, pero si quieres sobrevivir aquí, será mejor que empieces a acostumbrarte."
Max no pudo evitar sonreír mientras se dirigía a su escritorio. Tenía la sensación de que este sería otro día lleno de sorpresas. Y, tal vez, con algo de suerte, conseguiría pasar una jornada sin que sus amigos lo metieran en más problemas. Pero claro, eso ya era pedir demasiado.
-Max, viejo -saludó con alegría un chico de cabello castaño y unos ojos verdes brillantes-. Me preguntaba a qué hora llegabas -sonrió con una perfección que a Max siempre le resultaba desconcertante.
-¿Desde qué hora llevas aquí, Nico? -preguntó Max mientras revisaba unos papeles en su escritorio.
-Creo que desde las 4 am -respondió Nico, luego se apoyó en el escritorio de su compañero y continuó-. Pero no es relevante, te estaba esperando porque tenemos que ir a ocuparnos de un asunto. -Su tono dejó claro que no estaba entusiasmado con la idea.
-¿Otro gato en un árbol? -bromeó Max, colocándose la gorra que había dejado a un lado y acercándose a la puerta-. Me cuentas en el camino, ¿va?
-Bueno, vamos -Nico lo siguió hasta el coche de policía, y ambos se dirigieron rumbo a su destino.
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♡ 𝙿𝚎́𝚝𝚊𝚕𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚎𝚖𝚘𝚛𝚒𝚊𝚜 ♡
DiversosNada salió como quería, ahora Max trabaja en una agencia de policías, ¿por qué?. bueno, la carrera que estudió le término aburriendo. Una pelea fuerte con su padre, gritos y gritos. Bradley salió de casa con su skate devastado y llorando. Nadie lo...