𝗘𝗻𝗱 𝗚𝗮𝗺𝗲 ━━ Kylian Mbappé.

━━ two.

Amalia's pov

París tenía su propio encanto, pero para mí, esta visita se sentía más como una obligación que como una experiencia emocionante. Iba junto a mi madre en el auto, listas para encargarnos de un caso muy importante del despacho familiar.

Ella lucía impecable, como siempre, mientras yo intentaba no pensar en lo aburrida que sería mi estadía en la ciudad. Mis pensamientos iban y venían entre lo que deseaba hacer, como estar en mi habitación en Londres con Lana del Rey a todo volumen, y lo que realmente estaba por hacer: enfrentarme a un entorno lleno de formalidades que tanto detestaba.

Cuando el auto se detuvo frente al despacho, supe que estaba a punto de comenzar. Bajamos y fuimos conducidas a una recepción donde nos recibió un señor que nos dijo que pronto veríamos al cliente. Mi madre, con su característica elegancia, asintió y se acomodó en una silla. Yo intenté aparentar el mismo nivel de calma, pero por dentro, solo deseaba que esto terminara pronto.

Al poco tiempo, una señora entró en la habitación. Parecía muy amable, con una sonrisa que inspiraba confianza. Se acercó a mi madre y, con una formalidad que me crispó los nervios, habló.

— Es un gusto conocerla, señora Sophie von Bismarck. —  Sonrió gentilmente en dirección a mi madre.

Odiaba cuando la gente usaba los apellidos con tanto rigor. Era como si se olvidaran de que éramos personas, no solo títulos o legados. Mi mente divagó nuevamente, imaginándome en mi habitación en Londres, con un té frío en la mano, perdida en el mundo de Orgullo y Prejuicio. Pensé en lo perfecto que sería si alguien me amara tanto como Mr. Darcy amaba a Elizabeth Bennet.

Un suave toque en mi espalda me sacó de mi ensoñación. Mi madre me miró molesta.

—  Es un gusto, señora Lamari. Ella es mi hija, Amalia Montague.

La señora Lamari me dedicó una sonrisa cálida.

— Mucho gusto, soy Fayza Lamari. — dijo, y yo, con algo de pena, solo pude asentir.

No era muy buena con las formalidades y, en ese momento, todo lo que quería era que la reunión terminara.

— Amalia se hará cargo de la situación mientras yo me ausento por algunos temas.  — Mi madre continuó.

La señora Lamari me miró un tanto curiosa.

— ¿Ella es abogada? —  preguntó.

Sentí un pequeño nudo en el estómago. Sabía que no tenía la apariencia típica de una abogada; a veces incluso parecía muda o enojada con la vida. Pero eso no significaba que no pudiera desarrollar un buen papel en la sala. Antes de que pudiera responder, mi madre lo hizo por mí, cortando cualquier pensamiento negativo.

— Está estudiando para ser abogada. —  dijo. —  pero igual voy a dejar al señor Schmidt, quien es un colega muy cercano.

Justo en ese momento, vi a alguien acercarse. Parecía un chico, pero estaba hablando por teléfono, y justo cuando iba a levantar la cabeza para mirarme... Sentí una mano en mi hombro. Era Robert Schmidt, el abogado con el que había crecido viéndolo como un tío. Le sonreí, agradecida por su presencia.