3. Sirius

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14 de agosto de 1982

Habían pasado unos días desde que encontramos a Neville y a Harry e hice todo lo posible para ganarme la custodia de los seis niños, porque no tenía el alma de dejar a los demás ahí sabiendo que Harry había sido una garrapata con ellos, al igual que ellos con Harry.

Los cuatro niños estuvieron encantados y por los apellidos que poseían todos podía hacerme a la idea de quién podrían ser sus padres. Así que a pesar de ser muy joven para cuidar de seis niños, lo iba a hacer, porque los seis se merecían lo mejor del mundo.

Ahora me encontraba haciéndoles el desayuno mientras ellos se encontraban en la sala viendo los dibujos. No iba a negar que siempre debía estar muy alerta por si hacían alguna de sus trastadas, a veces no me fiaba de poder dejarles mucho tiempo de esta forma.

Les miré de reojo, menos mal que la cocina estaba conectada con la sala y podía verles. Vi a Theo gatear hasta mí con una sonrisa mientras los demás estaban concentrados en sus dibujos.

—¿Qué pasa cielo? ¿Te aburrieron los dibujos? —me acerqué feliz hacia él para tomarlo en brazos.

Él me abrazó escondiendo su rostro en mi cuello.

—Sois todos muy adorables —sonreí sin soltarlo mientras seguía emplatando todo—. Ahora vamos a llevar todo a la sala con cuidado para que podáis comer —él asintió sin dejar de abrazarme.

Los seis ya sabían comer solos, pero siempre procuraba estar cerca para supervisar y por si necesitaban un poco de ayuda.

Agarré todos los platos que pude y los llevé a la mesa. Una vez que todo estaba listo, dejé a Theo en su silla y fui a por los demás que me esperaban con una sonrisa y lo ayudé a subir a todos.

—¡Lia! —levanté la mirada para encontrarme a Draco quejándose porque se había manchado. Solté una pequeña risa, y me acerqué a él.

—No te preocupes tesoro —lo limpié como pude—. Cuando termines, iremos a cambiarte, ¿vale? —él asintió volviendo a comer con cuidado.

Miré de reojo a los demás y vi a Ron con toda la cara manchada, pero disfrutando de su comida, reí de nuevo ante eso.

Era bastante gracioso verlos comer, porque a veces a algunos les pasaban unas cosas muy divertidas.

Me quedé leyendo por un momento el Profeta, los demás estaban bien y solían venir a vernos, y sabía que si necesitaba ayuda, ellos estarían ahí para mí.

De pronto llamaron a la puerta y miré a los niños.

—Nada de trastadas —ellos asintieron siguiendo a los suyo y corrí hacia la puerta para abrirla y encontrarme a Sirius con una sonrisa.

—Buenos días pelirroja —sonreí dejándole pasar. La verdad es que no le esperaba, pero me alegraba que hubiera aparecido. 

—Buenos días chucho —él me miró mal entrando en casa.

—Eres mala, que lo sepas —volteé los ojos divertida.

—Me lo sueles decir mucho mi querido perro negro, pero ha llegado un punto en el que ya no me importa, así que te aguantas —él soltó una pequeña risa.

—Pasar tiempo con nosotros te logró afectar demasiado —asentí y fuimos a la sala donde los niños veían emocionados a Sirius.

—¡Tio Sirius! —gritaron al unísono logrando que yo los viera divertida. Cuando querían podían ponerse de acuerdo y más cuando se trataban de sus tíos.

—¡Mis niños! —él fue a dejar un beso en la frente a cada uno y hasta ahora no me di cuenta de que tenía un ramo de flores en la mano. Le miré confundida y él rio acercándose a mí y me las entregó—. Para ti dulce señorita.

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⏰ Última actualización: Aug 09 ⏰

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