prólogo

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Marc entró a la cafetería, sosteniendo un libro en una mano. tomó asiento en la mesa que utilizaba casi todas las tardes, con intención de pedir el café de siempre.

un capuchino.

Poon sacó su agenda del mandil para tomarle la orden. aunque el otro no lo supiera, él siempre hacía hasta lo imposible por ser quien lo atendiera.

la mayoría creería que estaba enamorado de Marc, y por eso se esforzaba tanto en coincidir, pero era todo lo contrario. Poon solo sentía curiosidad por ese chico de expresión tan seria.

¿cómo se vería sonriendo?

era lo que solía preguntarse Poon antes de ir a tomar su orden.

— buenas tardes. — saludó, una vez que estuvo frente a Marc. — ¿qué desea beber hoy? — preguntó por seguir las reglas de su trabajo.

Marc lo meditó unos segundos, como si fuese a cambiar su elección. — un capuchino, con dos de azúcar, por favor.

Poon tomó nota, aunque se sabía su orden de memoria. siempre era un capuchino con dos de azúcar.

nada más.

Poon volvió tras el largo mesón en que estaban acomodadas las máquinas, preparó el café, y dibujó una hoja con la leche.

era la figura que mejor le quedaba.

colocó la taza sobre un plato, acomodó una galleta a un lado, y se armó de valor para dar el puntapié inicial a la idea que cruzó por su cabeza semanas atrás.

veía a Marc cada día, desde hacía meses.

intentó iniciar con él una plática por su antigüedad como cliente, de la cual no obtuvo nada más que su nombre.

Marc.

Poon le dijo como se llamaba, aunque no se lo preguntó, y portaba un gafete en que estaba escrito, pero dudaba seriamente que el otro le hubiera prestado atención.

Marc. era un nombre demasiado lindo para pertenecerle a un chico tan serio.

tras repasar mentalmente lo que había leído horas atrás, caminó hasta la mesa del otro, y dejó sobre la mesa su café.

— aquí tiene. — sonrió Poon, aunque el otro ni siquiera hubiera alzado su mirada ante su presencia.

— gracias. — contestó, continuando con su vista en el libro que trajo.

vamos Poon, se dijo a si mismo. prueba suerte, quién sabe si algún día Marc termina sonriendo.

— ¿sabes cómo se despiden los químicos? — le preguntó a Marc, quien frunció el ceño ante esa salida de la rutina que tenían. — ácido un placer.

su propio mal chiste lo hizo reír. en cambio Marc, lo miró a la cara menos de un segundo, para retomar su lectura.

Poon atendió a otro cliente antes de ser consumido por la vergüenza. hubiera preferido que el otro le dijera algo, en lugar de haberlo mirado así.

quizás mañana tendría un chiste que le gustara a Marc, si es que decidía volver.

cuando el otro se fue, Poon recogió el pago de la cuenta, observando con sorpresa que dejó propina, como hacía cada día.

eso le hacía suponer que no se había molestado.

— ¿puedo preguntar qué fue eso? — la voz de View lo sacó de sus pensamientos. — eres la persona más graciosa que he conocido en mi vida, y le dijiste a ese chico el peor chiste.

— Marc. — murmuró. — su nombre es Marc. le conté un chiste para que sonriera.

View palmeó su hombro. — con lo malo que era ese, dudo seriamente que obtengas algo más que su ceño fruncido.

Poon volteó a verla, entristecido. — los malos chistes son los más graciosos.

— sí, pero cuando hay confianza entre las personas que bromean. — su amiga y compañera de trabajo, golpeó su nuca con suavidad. — no eres más que el chico que le sirve café, Poon.

tras un triste suspiro, Poon volvió a seguir atendiendo clientes, regalando dulces sonrisas a cada uno de ellos, pensando en que View tenía razón.

él era simplemente el mesero en esa cafetería.

al llegar a casa, terminó sus pendientes hogareños, para comenzar a buscar chistes que fuesen más graciosos que el de ese día.

Poon estaba decidido, haría sonreír a Marc con uno de esos chistes malos.

Chistes malos | MarcPoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora