Los días se transformaron en semanas, y pronto Daniel y Sofía se encontraron atrapados en sus respectivas rutinas. La emoción inicial del intercambio se había desvanecido, dando paso a la dura realidad de la distancia. Ambos intentaban mantener la normalidad, pero el desgaste comenzaba a notarse.
Daniel había caído en una especie de monotonía. Las clases, aunque interesantes, no lograban distraerlo de la sensación de vacío que sentía. La residencia estudiantil, que al principio le parecía un lugar lleno de oportunidades para hacer amigos, ahora se sentía fría y distante. Su compañero de habitación, Lucas, había hecho un círculo de amigos con facilidad, dejándolo a él al margen.
—No te quedes encerrado aquí todo el tiempo, Daniel. Sal un poco, diviértete —le decía Lucas cada vez que lo veía en su cama, mirando la pantalla de su teléfono sin hacer nada en particular.
Pero Daniel no encontraba la motivación para hacerlo. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse conectado con Sofía, sentía que cada conversación se volvía más y más vacía. Las palabras que antes fluían con facilidad ahora parecían forzadas, y los silencios incómodos eran cada vez más frecuentes.
Sofía, por otro lado, también lidiaba con sus propios demonios. Aunque había logrado adaptarse bien a su nueva vida con la familia anfitriona, la ausencia de Daniel pesaba sobre ella. Las amistades que había hecho en su nuevo entorno no lograban llenar el vacío que sentía. Natalia era una gran amiga, pero incluso ella no podía reemplazar la presencia de Daniel.
Un día, mientras revisaba su correo, Sofía encontró un mensaje de Laura. Decidió abrirlo, esperando alguna noticia divertida o alentadora. Sin embargo, lo que leyó la dejó con una sensación de angustia:
"Hola, Sofía. Espero que estés bien. Solo quería contarte algo que he notado. No sé si es importante, pero Daniel ha estado pasando mucho tiempo con Mariana últimamente. Los veo juntos casi todos los días después de clases. No quiero alarmarte, pero pensé que deberías saberlo. Cuídate mucho."
El corazón de Sofía se aceleró mientras releía el mensaje. ¿Por qué Daniel no le había mencionado nada sobre Mariana? Los celos, una emoción que rara vez experimentaba, comenzaron a brotar en su interior. Decidió enfrentarlo en su próxima videollamada.
Cuando finalmente se conectaron, Sofía no pudo contenerse.
—Daniel, ¿por qué no me has dicho nada sobre Mariana? —preguntó directamente, sin rodeos.
La reacción de Daniel fue instantánea. Su rostro se tensó y, por un momento, pareció que estaba buscando las palabras correctas.
—No pensé que fuera importante... —respondió, evitando su mirada—. Es solo una amiga.
—¿Solo una amiga? ¿Por qué no me lo mencionaste entonces? —replicó Sofía, sintiendo cómo la frustración crecía dentro de ella.
—Porque sabía que reaccionarías así —dijo Daniel, en un tono defensivo—. Mariana es solo alguien con quien he estado hablando, no significa nada.
Sofía sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos, pero se negó a llorar. No en ese momento.
—¿Por qué no confías en mí, Daniel? No es solo Mariana. Siento que me estás alejando, y no sé cómo manejarlo —dijo, su voz temblando ligeramente.
Hubo un silencio pesado entre ellos. Daniel finalmente suspiró, sabiendo que no podía seguir ocultando lo que realmente sentía.
—No es que no confíe en ti, Sofía. Es que... todo esto es más difícil de lo que pensé. Estoy perdido sin ti aquí. Y Mariana... ella es solo una distracción, algo para no sentirme tan solo.
Estas palabras, aunque honestas, cayeron sobre Sofía como una losa de granito. La verdad era aún más dolorosa que la sospecha.
—Daniel... No quiero ser solo alguien que está en tu vida a medias. Si esto no está funcionando para ti, necesitamos ser honestos sobre lo que queremos —dijo, tratando de mantener la calma.
—No digas eso, Sofía. No quiero perderte. Pero no sé cómo manejar esta situación. Me siento atrapado entre lo que quiero y lo que puedo tener en este momento —confesó Daniel, con la voz quebrada.
Sofía no pudo evitar derramar una lágrima, que rápidamente limpió con el dorso de la mano.
—Tal vez necesitamos un poco de espacio para pensar en lo que realmente queremos. No quiero que tomes decisiones apresuradas por mí. Tómate el tiempo que necesites, y yo haré lo mismo —dijo, con un tono que reflejaba más tristeza que enojo.
—No... no quiero que esto termine, Sofía. Pero tampoco quiero seguir lastimándote —dijo Daniel, sintiendo una mezcla de desesperación y resignación.
La llamada terminó con ambos sintiéndose más distantes que nunca. Sofía se quedó mirando la pantalla en blanco, mientras las lágrimas finalmente caían libremente. Sentía que su mundo se desmoronaba, y la seguridad que había sentido al principio de esta aventura se evaporaba.
Mientras tanto, Daniel se sentó en la oscuridad de su habitación, sintiéndose más solo que nunca. Sabía que las decisiones que tomarían en las próximas semanas cambiarían sus vidas para siempre, pero no sabía si tenía la fuerza para enfrentarlas.
El futuro parecía incierto, y ambos se preguntaban si su relación podría sobrevivir a las pruebas que el destino les había impuesto.
ESTÁS LEYENDO
Aventuras del corazón
Teen FictionDaniel y Sofía, dos jóvenes de mundos distintos, se cruzan en el torbellino de la vida adolescente. Mientras navegan por los desafíos de la preparatoria, sus caminos se entrelazan en una historia que desafía las expectativas. Pero en un lugar donde...