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GWEN SEGUÍA SIN ACOSTUMBRARSE A LA PAZ que Anthony le ofrecía. Fue como si los pensamientos anteriores se dispersaran, dejándola solo con risas y diversión.
—¡Sí! —aplaudió Gwen cuando Anthony anotó otra canasta. Estaban en el arcade, un lugar al que Anthony solía ir con sus amigos, pero ahora estaba allí con Gwen, lo que lo emocionaba aún más.
Anthony también sentía que Gwen le proporcionaba una especie de tranquilidad. En casa, todo giraba en torno al karate, al sufrimiento de Sam, y en la escuela, la presión de sus amigos. Aunque tenía algo de culpa en el sufrimiento de Kenny, Gwen se había convertido en una distracción agradable. Ella no hablaba de karate o de sus errores, simplemente lo escuchaba y compartía gustos sin juzgarlo.
—Te lo dije, soy el mejor —guiñó un ojo y tomó el balón nuevamente.
—Una más y puedes ganar uno de esos —dijo el encargado del juego, señalando una variedad de peluches.
Anthony aprovechó la oportunidad y miró a Gwen.
—Escoge el que quieras —le dijo.
Gwen lo miró sin entender.
—Escoge, lo ganaré para ti —sonrió.
Gwen sonrió de vuelta. Mientras sus miradas se mantenían conectadas, el corazón de ambos latía más rápido y el ruido alrededor parecía desvanecerse.
—Bien, pero primero encesta —añadió Gwen, sintiéndose nerviosa al desviar la mirada hacia la canasta para que Anthony no notara su rubor.
Anthony le lanzó una última mirada con una sonrisa hipnotizada y regresó a la canasta. Con nervios por su presencia y la presión de encestar para no quedar como tonto, se dispuso a calmarse y prestar atención.
