Capítulo 1: La herencia.

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Yo nunca había estado en la casa de mi tía abuela, ni siquiera la conocía, lo que sabía de ella, lo sabía por mi mamá, me contaba las anécdotas que tenía con ella, como era ella y a pesar de que nunca la conocí personalmente, mediante las historias de mamá yo siempre había sentido una conexión especial con ella. Así que cuando mamá me dio la noticia de que ella había fallecido, me sentí muy triste.

-¿Cómo que no podrás ir al funeral? No conozco donde ella vivía, no conozco ese lugar -le dije a mamá luego de que ella me dijera que no podría ir
-Alondra, quisiera ir, pero no me quisieron dar permiso en el trabajo, puedes ir tú, yo te daré todas las indicaciones para que llegues
-No mamá, no conozco ese pueblo, es que ni siquiera conozco esta ciudad y eso que vivo aquí desde siempre
-Alondra, te lo pido ve a el funeral, en representación mía, éramos su única familia
Resignada acepto-.Esta bien, mamá... pero si me pierdo, será tu culpa
-No te vas a perder- dijo mamá finalizando la conversación.

7/agosto/2020
Estoy en camino al funeral de la tía abuela, solo espero no perderme y llegar bien a la casa de la tía abuela, me imagino como es su casa, con antigüedades de señoras, figuras de porcelana, utensilios de cocina antiguos, cosas así, mediante este diario, anotaré como me va. A pesar de que nunca la conocí, siempre he sentido esa conexión, como si no hubiera importado que nunca hubiera cruzado alguna palabra con ella, para conocerla, siempre estuvo al pendiente de mamá y yo, en cada cumpleaños, cada navidad y año nuevo, sus cartas con una caja de regalos llegaba, cuando veía en el jardín que se acercaba un carro de mensajería sabía que se dirigía a la casa, siempre presente en objetos, nunca he sabido porque no nos visitaba, mamá decía que era porque no le gustaba dejar su casa sola ¿pero por qué no ibamos nosotras? Claro, el trabajo de mamá.

Al llegar a la parada de autobús del pueblo, después de un viaje de la ciudad a el pueblo de unas dos horas y media, me sentía tan cansada, por las indicaciones de mamá, la tía abuela vivía a las afueras del pueblo, a una media hora en carro y una hora caminando, baje del bus, tome mi pequeña maleta ya que no pienso quedarme mucho y mi bolso, tomo un taxi y le digo las indicaciones a donde quiero ir tal cual como me dijo mi mamá, cuando le dije a donde iba a dirigirme, como si le hubiera dicho que iría a algún lugar lleno de bestias, puso una cara de asombro.

—¿Esta segura que quiere dirigirse a ese lugar? -me preguntó el taxista
—Sí, necesito ir ahí ¿por qué? ¿Ahí algo malo- le pregunte curiosamente 
—...Bueno, esa zona no es muy visitada, no viven muchas personas ahí, es un lugar demasiado solo
—No importa, necesito ir allá, por favor lléveme- entre dudas, el taxista decidió llevarme.

En el camino, podía mirar el pueblo, era lindo, tranquilo, donde lo único que pensarías es que lugar tan agradable, a lo lejos podía ver más allá el lindo paisaje, un gran y lindo valle verde.

-Bueno, hemos llegado- anunció el taxista y yo mire detenidamente por el vidrio del taxi
-Tome, gracias- le dije pagándole, me baje del taxi con mi pequeña maleta, apenas baje como alma que lleve el diablo arrancó el taxi, solo me preguntaba porque no quería llevarme, mire a mis alrededores y caminé por esa calle larga que a sus lados tenía grandes árboles, este lugar parecía un gran bosque con calle, caminé hasta encontrar la primera casa, era una calle empinada, encontré la segunda casa y así sucesivamente, estas casas tenían algo en común, eran grandes y parecían deshabitadas, miraba el número que tenía estas mientras miraba el papel que mamá me dio para asegurarme que fuera el que tenía. Ya cansada de caminar mire la ultima casa, esta última era grande, muy grande y más para que una persona muy mayor viviera en esta, no sabía que la tía abuela tuviera dinero para mantener una casa así.

Llegue y cayendo en cuenta ¿cómo iba a entrar? No tenía llaves, un pequeño detalle que mamá y yo no tuvimos en cuenta, con la esperanza de que la tía abuela tuviera vecinos o amigos adentro de la casa en el funeral, toque la puerta, nadie me respondió enseguida, toque por segunda vez, aún nada de respuestas, toque por tercera vez ya rendida y apunto de irme, hasta que alguien abrió la puerta, era una mujer de unos 38 años, de cabellera negra, esbelta, blanca.

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