Primeras Notas

1 0 0
                                    

A veces, solo a veces, tenía momentos de valentía en los que quería vencer mis miedos y demostrarme a mi misma de lo que soy capaz. Momentos en los que creo que puedo vencer mis temores y puedo lograrlo todo, en dónde puedo hablar con los demás sin quedar en blanco o preguntarme si está bien lo que voy a decir. Bueno, uno de esos momentos me trajo hasta aquí.

Pero ya no me siento valiente, ni capaz, solo quiero salir corriendo.
Miro la hora en mi teléfono, son las 10:58. Mi clase empieza a las 11. Decido esperar los dos minutos que quedan. Me siento insegura incluso de llegar dos malditos minutos antes. Exploro la opción de huir.
Sin embargo, esa pequeña partecita de mi que no es una cobarde me obliga a tocar el timbre. Y nadie atiende. Y me alegro. Y luego me siento mal por alegrarme.
En medio de mi tonto debate moral interno alguien abre la puerta. Lo saludo obligándome a sonreír. Es un hombre calvo y con lentes, creo que es mi profesor pero me indica que me siente a esperar, ya que la anterior clase a la mía no ha terminado.

Estoy muy nerviosa, nunca canté en frente de nadie que no sea mi anterior pareja, quien por cierto estaba completamente harto de escucharme aunque nunca lo dijo con palabras. Eso y en algún karaoke con amigas, eso sí, con alcohol de por medio.

Escucho a una chica cantar y a alguien más tocando la guitarra. No puedo evitar compararme. Es una conducta autodestructiva a la que soy adicta.

Una puerta se abre, y una chica de unos 15 años sale, seguida de un hombre alto de ojos negros y profundos. Tiene barba poblada pero no en exceso, camiseta blanca y jeans gastados.

Su voz grave me saca de mis pensamientos.

—¿Mila? —me dice sonriendo
—Si, soy yo— le respondo levantándome de un brinco de mi asiento. Cómo si fuera alumna de primaria. Me arrepiento inmediatamente.

Esto fue una mala idea.

¿Cómo estás?. Pasa, por favor —me dice mientras tiene la puerta abierta para que pase

Bien, gracias

Mal. Quiero irme a mi casa.

Me siento en una de las sillas de plástico que tiene la sala. Las paredes están cubiertas de paneles de espuma acústica. En la habitación también se encuentra una batería roja, un piano y una guitarra. Recuerdo que de pequeña siempre quise una guitarra pero nunca me la compraron.

El profesor toma asiento en frente mío.

Cuántos años tendrá? 30 y picos supongo. No pinta llegar a los 40. En fin. Ya me puedo ir?

Entonces, ¿tienes alguna experiencia con el canto?

—No, ninguna

—Bien, ¿Y que música te gusta escuchar?

Todo menos reggaeton.

—Escucho un poco de todo, pero me gusta mucho Taylor Swift.

—Excelente. Bueno. Vamos a empezar.

Durante media hora el profesor me explica cómo vamos a trabajar, cuál es la forma en la que tengo que respirar, entre otros principios básicos. Hasta que llega el momento más tenido por mi. El de abrir la bocota.

Con mucha duda, sigo los ejercicios de calentamiento que me indica. Me equivoco pero el tiene mucha paciencia.

—Estas bastante afinada y tienes una linda voz para trabajar.

Con sus comentarios alentadores, poco a poco empiezo a tomar un poquito más de confianza pero la clase acaba.

—Bueno Mila, por hoy es todo. Para la siguiente clase me gustaría que pienses que canciones te gustaría cantar para trabajar con ellas. Buen trabajo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 13 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Cuerdas Del Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora