En la sala de recepciones del castillo, en efecto, mientras el resto de la familia estaba absorta en sus quehaceres habituales, William the Hardy, el Señor de Douglas, atendía una entrevista que cambiaría la vida de una de sus hijas.
A instancias del resto de sus componentes, se gestaba una alianza.
El enviado de los Mackay, uno de los clanes más importantes de las Highlands, había escuchado con detenimiento la oferta del terrateniente. Los Douglas no estaban en el mismo estrato social, emparentar con ellos en principio quedaba fuera de su alcance, así que tenía que aprovechar el repentino interés de aquella familia y dirigirla hacia alguna de sus hijas casaderas. Era una oportunidad nada despreciable. El laird estaba interesado en buscar esposa para su heredero entre las hijas de Douglas. El muchacho, destinado a ser el próximo laird, estaba muy bien considerado en toda Escocia.
—Mi Señor es un joven bravo. Es cierto que este no sería su primer matrimonio, puesto enviudó de su primera esposa ya hace casi un año.
—Por lo que tengo entendido, no llegaron a tener descendencia.
—Lady Mirta murió dando a luz una niña. La pequeña no sobrevivió más que unas pocas horas. Fue una desgracia. Mi Laird considera que ya es momento de que su hijo abandone esa especie de luto y vuelva a contraer la Santa Unión con una joven sana que pueda darle herederos.
—En ese caso, me atrevo a decir que los Douglas somos la familia perfecta.
Para William, de concertarse ese matrimonio, implicaba subir muchos peldaños en la complicada jerarquía social. Los Mackay eran una de las grandes y más poderosas familias escocesas de las tierras altas. Podría mirar de tú a tú a vecinos que lo habían menospreciado en el pasado por no poseer de sangre noble en sus venas.
William era el laird de un clan menor, un hombre sin título, pero con tierras en el sur de Escocia y bastantes siervos bajo su protección. Era conocido entre sus iguales por su bravura en la lucha, pues participó en la memorable hazaña del Puente de Stirling junto a William Wallace y Andrew Moray. También formó parte en la derrota de Falkirk. En esta, de hecho, se libró de la muerte por un golpe de azar repentino.
De todas formas, no era esa la cuestión por la que era famoso en el territorio. Lo era por un tema mucho más pragmático: la increíble longevidad de su matrimonio y la fertilidad de su Lady. Había conseguido concebir el vientre de su fecunda esposa y mantener vivos la nada despreciable cifra de trece vástagos en casi veinte años de convivencia. Y a pesar de su avanzada edad, Lady Marjorie daría a luz un bebé en breve, tal y como llevaba haciendo cada año y medio. Las mujeres Douglas parían hijos sanos y fuertes, y eso era conocido a lo largo de Escocia y parte de Inglaterra, puesto que de esas tierras provenía su esposa.
Las misivas del antiguo compañero de lucha, aquel joven guerrero Mackay, convertido en el jefe de su clan desde hacía una década, sorprendieron a William.
Las continuas rencillas entre familias y las recurrentes batallas contra el rey inglés habían propiciado el encuentro de dos clanes dispares. Estas actuales negociaciones eran el resultado de una promesa antigua entre dos combatientes que se empezó a gestar al abrigo del fuego y en la víspera de una batalla.
En su juventud, los muchachos William Douglas y Connor Mackay compartieron más de una botella de whisky y se salvaron las vidas en múltiples ocasiones.
—La dote es escasa, William the Hardy—argumentaba enseriado el enviado por la familia del chico, entre bocado de venado y trago de vino. De alguna forma, lo que el señor de la casa ofrecía no correspondía con lo estipulado en anteriores conversaciones o lo que era de esperar.
—Este último año las cosechas han sido escasas —se justificó William. A un gesto suyo, un sirviente volvió a llenar las copas—. ¡Beba un poco más, hombre! Esta carne pasa mejor con un buen trago.
La situación económica del Clan Douglas no era de las más prósperas. Las cosechas, con los hombres dedicados al arte del combate y pereciendo en el campo de batalla por las guerras de sucesión en Escocia, habían quedado descuidadas en los últimos años.
La política no gozaba de mejor salud. Con muchos amantes al título de Rey de Escocia, entre las familias más poderosas tras la muerte de la Doncella de Noruega, distaba mucho de tranquilizarse. Los Douglas, como vasallos del terrateniente y antiguo Guardián de Escocia Wallace, no estaban mal posicionados en lo que a alianzas políticas se trataba. Tampoco era algo que a los Mackay no les impresionara.
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El oscuro secreto de las hermanas Douglas
Historical FictionCamino hacia las Highlands pueden pasar mil cosas. Una aventura inesperada, un cambio de papeles controvertido y un invierno que llega antes de lo esperado.