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En la imponente mansión del Duque Paeraton, el ajetreo de los sirvientes era palpable

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En la imponente mansión del Duque Paeraton, el ajetreo de los sirvientes era palpable. Todos se apresuraban, ansiosos por asegurarse de que cada rincón estuviera impecable y preparado para la llegada de su amo, cuya presencia siempre generaba una atmósfera de tensión y expectación. Las órdenes corrían de boca en boca, y el personal trabajaba con la diligencia que solo el miedo a desagradar a la nobleza podía inspirar. Sin embargo, entre todos los empleados, las más ansiosas eran Leah y Mary.

Leah, el ama de llaves del ducado, una mujer de mediana edad que llevaba décadas al servicio de la familia Paeraton, había conocido a una joven Amelia cuando esta llegó por primera vez al ducado, aún inocente y llena de vida. Leah había sido testigo de cada cambio en la joven, desde su llegada hasta su misteriosa desaparición. Con los años, su posición en la mansión se había consolidado, siendo la encargada de supervisar cada detalle del hogar y garantizando que el funcionamiento de la casa fuera impecable, como lo requería el estricto duque.

Por otro lado, Mary, quien había sido la doncella más cercana a Amelia durante su estancia en el ducado, no podía ocultar su nerviosismo. Para ella, Amelia no había sido solo una noble a quien servir, sino una amiga. Había compartido con ella momentos de confidencias, risas, la alegria por su futura boda y, finalmente, había presenciado su partida abrupta. Desde el día de su desaparición, un vacío inexplicable había quedado en la mansión, especialmente para Mary, quien nunca había dejado de esperar su regreso.

Ahora, tanto Leah como Mary no podían evitar sentir un nudo en el estómago, una mezcla de ansiedad y emoción contenida, pues sabían que un cambio significativo estaba por venir. La carta que el Duque había enviado días antes había dejado claro que su querida señorita Amelia, a quien ambas habían servido con devoción, estaba por regresar al ducado. Sin embargo, no sería un simple regreso. En la misiva, el duque mencionaba una "pequeña sorpresa" que acompañaría a su regreso, aunque no ofrecía mayores detalles.

Leah, con su carácter siempre serio y reservado, había intentado mantener la calma, pero no podía ocultar la esperanza que sentía. Después de tantos años de ausencia, volver a ver a Amelia era un sueño largamente anhelado. Recordaba a la joven como una niña dulce y gentil, pero también sabía que los años y las circunstancias seguramente la habrían cambiado. Leah no podía evitar preguntarse cómo sería la nueva Amelia y qué historia traería consigo tras tanto tiempo lejos de la mansión.

Mary, por otro lado, estaba llena de nervios y alegría. Desde que Amelia había desaparecido, no había pasado un solo día en el que Mary no pensara en su bienestar. La idea de volver a verla la emocionaba profundamente, pero la mención de la "pequeña sorpresa" la tenía aún más intrigada. ¿Podría ser que su señorita volviera acompañada de alguien más? ¿Un esposo, quizás? ¿O incluso un hijo? Las posibilidades corrían por su mente, y la expectativa solo aumentaba con cada momento que pasaba.

Ambas mujeres, aunque experimentaban emociones diferentes, compartían una certeza: la vida en la mansión del Duque Paeraton estaba a punto de cambiar para siempre con el regreso de Amelia.

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⏰ Última actualización: Sep 27 ⏰

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