El Diario de Eva

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Sábado.- Tengo casi un día de edad, ahora. Llegué ayer. Eso es lo que

me parece. Y debe ser así, porque si hubo un día antes de ayer yo no estuve,

o lo recordaría. Podría ser, por supuesto, que sucediese y que no estuviese

atenta. Muy bien: estaré bien alerta ahora y su sucede algún antes-deayer,

tomaré nota del hecho. Será mejor empezar bien y no dejar que los registro

s se desordenen, porque el instinto me dice que estos detalles van a

ser importantes para los historiadores algún día. Porque me siento como un

experimento, me siento exactamente como si fuese un experimento; sería

imposible que alguien se sintiese un experimento más que yo, y por eso estoy

llegando al convencimiento de que no es lo que soy: un experimento, sólo

un experimento y nada más.

Entonces, si soy un experimento, ¿soy la totalidad del experimento No,

creo que no; creo que todo lo demás es también parte de él. Yo soy la parte

principal, pero creo que todo lo demás tiene su participación en el asunto.

¿Mi posición está asegurada o tengo que vigilarla y cuidarla? Esto último,

quizá. El instinto me dice que la vigilancia perpetua es el precio de la superioridad.

(esa es una buena frase, piense, para alguien tan joven.)

Hoy todo parece mejor que ayer. Ayer, en el apuro por terminar, las

montañas quedaron todas desiguales, y algunas de las planicies estaban tan

tapadas de residuos y de basura que su aspecto era desastroso. Obras de

arte tan nobles y hermosos no deberían estar sujetas a la prisa; y este mundo

nuevo y majestuoso es en realidad la obra más noble y hermosa. Y, por

cierto, maravillosamente cercana a la perfección, a pesar del poco tiempo.

Hay demasiadas estrellas en algunos lugares y no las suficientes en otros,

pero eso puede ser remediado enseguida, sin duda. La luna se desató anoche,

y se deslizó y cayó fuera del sistema: es una pérdida muy importante.

Me rompe el corazón pensar en ella. No hay ninguna otra cosa entre los ordinarios

namentos y la decoración que se le compare en belleza y terminación. Debería

haber estado mejor amarrada. Si sólo pudiésemos recuperarla de nuevo...

Pero, por supuesto, no hay indicios de adonde fue. Y además, quien la

encuentre la esconderá; lo sé porque eso es lo que yo haría. Creo que puedo

ser honesta en otros asuntos, pero ya empiezo a darme cuenta de que la

esencia y el centro de mi naturaleza está en el amor hacia lo bello, en la pasión

por la bello, y que no sería seguro confiarme una luna que perteneciese

a otra persona y que esa persona no supiese que yo la tengo. Podría renunciar

a una luna que encontrase durante el día por temor a que alguien estuviese

Diarios de Adán y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora