Uno

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—¿Vas a venir verdad papi?-Preguntó la vocesita al otro lado de la línea.

—No lo sé Pablo, tengo mucho trabajo, te lo compensare más tarde, adiós.-Ni siquiera espero que su hijo de cuatro años se despidiera.

Manuel Neuer era padre soltero, tenía un pequeño hijo de cuatro años llamado Pablo Martín, su esposa había fallecido en el parto, desde entonces él se ha encargado de todos los gastos, tiene un trabajo excelente, es un futbolista muy bien pagado, así que el dinero no era problema.

Su hijo estaba por cumplir cinco en un par de días, Pablo estaba en Sevilla, España, el por el contrario estaba en Alemania, lo veía en vacaciones y festividades, la madre de su difunta esposa era quien cuidaba de Pablo.

Él no se sentía capaz... No cuando ni siquiera pudo cargar a su hijo recién nacido, fue difícil, perder al amor de tu vida, por mucho tiempo le tuvo resentimiento a su hijo, lo veía como la razón de que Anna ya no estuviera.

Era una de las razones por las que prefería que Pablo este en España y no con él, no sabe de niños, ni siquiera sabe cuál es la comida favorita del niño, es mejor así.

—¿Qué te dijo tu papi?—Preguntó Chloe.

—Nada nuevo... No vendrá, como siempre.—Dijo Pablo bajando del pequeño mueble que había usado para alcanzar el teléfono.

—Oh cariño... Tu papi esta muy ocupado, lo sabes, ya te explique eso, ¿Recuerdas?

—Lo sé abu... Pero siempre es así, pensé que esta vez podría venir, nunca ha venido para mi cumpleaños.

—Ay mi Pablito, ven, mejor vamos por un helado.

—Gracias abu, pero no quiero, iré a mi habitación.

Pablo subió lentamente las escaleras hasta su pequeña habitación, una mezcla de tristeza y resignación en su corazón. Cada año esperaba que esta vez fuera diferente, pero cada año la decepción lo encontraba de nuevo.

Al llegar a su cuarto, se sentó en su cama y miró por la ventana. Desde allí, podía ver el parque donde solía jugar con su abuela, y donde otros niños jugaban con sus padres. Se preguntó cómo sería si su papá estuviera allí, riendo y jugando con él. Pero esos pensamientos siempre venían con un doloroso recordatorio de la ausencia de su madre, alguien de quien sólo sabía por las historias que su abuela le contaba.

De repente, Pablo escuchó un sonido en su ventana. Era un golpecito suave, casi imperceptible. Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana. Al asomarse, vio un pequeño pájaro azul posado en el alféizar, mirándolo con curiosidad. El pájaro le devolvió la mirada y, como si entendiera la tristeza del niño, soltó un trino alegre que resonó en el aire.

Pablo sonrió débilmente y abrió la ventana. El pájaro, sin miedo, voló hacia adentro y se posó en su escritorio. Lo observaba como si quisiera decirle algo. Pablo se sentó frente al pájaro y, por primera vez en lo que parecía mucho tiempo, sintió que no estaba solo.

—Hola, pajarito.—Dijo con voz suave.

—¿Qué haces aquí?

El pájaro lo miró, y aunque no habló, su presencia cálida y tranquilizadora parecía decirle que todo estaría bien. Como si supiera exactamente lo que necesitaba, el pajarito trajo consigo una sensación de calma que Pablo no había sentido en mucho tiempo. Se quedó allí con el pajarito un buen rato, hablando con él sobre cosas que jamás había contado a nadie.

Quizás, en el fondo, lo que más necesitaba no era la presencia física de su padre, sino saber que alguien, o algo, lo escuchaba y lo entendía.

—Gracias por venir.—Susurró finalmente Pablo al pajarito, acariciando suavemente sus plumas antes de que el ave volara de nuevo por la ventana y desapareciera en el cielo.

Pasado Presente Futuro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora