Tres

229 37 8
                                    

El partido de la final de la Champions entre el Barcelona y el Bayern de Múnich había sido intenso desde el primer minuto. El estadio vibraba con la energía de miles de fanáticos, y los jugadores dejaban todo en el campo. Manuel Neuer, a pesar de su edad y las secuelas de su accidente, seguía siendo un muro infranqueable en la portería del Bayern. Por su parte, Gavi estaba concentrado en dar lo mejor de sí para el Barcelona, con la misma pasión que siempre había tenido.

El primer tiempo avanzaba y ambos equipos luchaban por cada balón. Sin embargo, en una jugada peligrosa, Ronald Araújo, el defensa central del Barcelona, se lanzó a un cruce desesperado para evitar un gol. En su intento, chocó fuertemente con Manuel, quien salió volando y cayó al suelo retorciéndose de dolor.

El estadio quedó en silencio, y todos los ojos se centraron en Manuel. Gavi, que estaba cerca, se quedó congelado al ver a su padre en el suelo. Aunque su relación con él había sido distante durante años, no pudo evitar sentirse preocupado. La rivalidad deportiva quedó en un segundo plano cuando vio cómo los médicos corrían hacia Manuel.

Manuel intentó levantarse, pero el dolor en su tobillo era insoportable. Los médicos hicieron gestos de preocupación y, tras unos momentos de evaluación, decidieron que no podía continuar. Lo sacaron del campo en camilla mientras el público aplaudía en señal de respeto.

Gavi no pudo concentrarse durante los minutos restantes del primer tiempo. Su mente estaba con Manuel, preguntándose qué tan grave era la lesión. Cuando el árbitro pitó el descanso, Gavi no perdió tiempo y corrió hacia la zona de vestuarios del Bayern, desobedeciendo cualquier protocolo.

Llegó justo cuando el médico del Bayern terminaba de evaluar a Manuel.

—Manuel, tu tobillo estará fuera por lo menos dos meses.—Dijo el médico, con un tono que mezclaba seriedad y empatía.

—¡¿Qué?!—Exclamó Manuel, la frustración evidente en su voz.

—¡No puedo estar fuera por tanto tiempo!

—Te lo advertí.—Continuó el médico.

—Después del accidente que tuviste, Manuel, no lo entiendo... Casi mueres. Tu cuerpo quedó con secuelas graves, y cada vez que juegas, te expones a un riesgo enorme. ¿Por qué no consideras retirarte ya? Lo has hecho todo. Eres uno de los mejores de la historia.

Gavi, que había estado escuchando desde fuera de la puerta, sintió un nudo en el estómago. Sabía que su padre había tenido un accidente hace años, pero nunca había escuchado los detalles.

Manuel guardó silencio por un momento, mirando su tobillo hinchado antes de responder, con voz contenida pero llena de determinación.

—No puedo retirarme ahora.—Dijo, su voz temblaba ligeramente, pero su resolución era clara.

—Si me retiro ahora, estaré perdiendo una de las pocas oportunidades que tengo de estar cerca de mi hijo.

El médico lo miró con incredulidad, pero antes de que pudiera replicar, Manuel continuó.

—Ese maldito accidente me quitó a Pablo...—La voz de Manuel se quebró al pronunciar el nombre que nunca dejó de usar.

—Perdí a mi hijo porque no pude llegar a tiempo. Si me retiro ahora, estaré dejando que ese mismo accidente me quite lo poco que tengo con él. No voy a retirarme. No mientras tenga la oportunidad de, aunque sea en un partido como rivales, poder verlo de cerca, aunque sea por unos minutos en el campo.

Gavi, desde su escondite, sintió que algo dentro de él se rompía y reconstruía al mismo tiempo. Nunca había comprendido realmente por qué Manuel se aferraba tanto al fútbol, por qué, incluso después de todo lo que había sucedido, seguía jugando. Ahora lo entendía. Todo ese tiempo, Manuel había estado luchando no solo por su carrera, sino por mantener, aunque fuera un tenue hilo de conexión con él.

Las palabras de su padre resonaban en su mente. "Ese maldito accidente me quitó a Pablo".

Gavi sintió un peso en el pecho al escuchar el dolor en la voz de su padre, algo que nunca antes había percibido.

No pudo seguir escuchando. Con un dolor silencioso en su corazón, se dio la vuelta y regresó al vestuario del Barcelona. Cuando sus compañeros lo vieron entrar, notaron la expresión seria en su rostro, pero no dijeron nada.

Gavi se sentó en su lugar, intentando procesar todo lo que había escuchado. Por primera vez en muchos años, sintió un deseo profundo de hablar con su padre, de entenderlo, de quizá darle una segunda oportunidad.

El segundo tiempo comenzó, pero para Gavi, el partido ya no era lo mismo. Jugó, sí, pero con un peso diferente en su interior. La imagen de su padre, herido y aún decidido a seguir adelante, no lo abandonó en toda la segunda mitad del juego.

Cuando el árbitro pitó el final del partido, con el marcador igualado y todo por decidirse en la prórroga, Gavi sabía que tenía que hacer algo. Ya no podía seguir ignorando a su padre, ya no después de lo que había escuchado.

Mientras los equipos se preparaban para el tiempo extra, Gavi buscó con la mirada a Manuel, que estaba sentado en el banquillo del Bayern, con el tobillo envuelto en hielo y una expresión de derrota en el rostro.

Sus miradas se cruzaron brevemente, y Gavi, por primera vez en muchos años, le ofreció una leve sonrisa, una que Manuel apenas pudo interpretar, pero que hizo que su corazón latiera con esperanza.

Había mucho que decir, muchas heridas que sanar, pero por primera vez en años, parecía que había una pequeña luz al final del túnel.

Pasado Presente Futuro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora